miércoles, 30 de mayo de 2012

VENCER O MORIR
     Siempre fastidia el agravio
si nos hablan con desprecio;
mas no le hagamos aprecio,
ya que es muy malo sufrir,
y aquel que te quiere herir
ya sabes que es un gran necio.

     Aprendamos para siempre
que la vida es una lucha,
y el ingrato que no escucha
es que no sabe escuchar,
porque solo “sabe” hablar;
por no ser persona ducha.

     La lucha es muy desigual,

pues el débil ofendido

solo dará un alarido
cuando se ve muy maltrecho;
más no des golpes de pecho
si no eres el ofendido.

     Sufre con resignación;
¡mira como sufrió Cristo!,
y aunque ha bajado al abismo
lo hizo por liberación,
y nos dio buena lección
para que aprendas lo mismo.

     En la lucha desigual
jamás te debes meter;
es preferible perder
que andar siempre en la batalla,
y aunque saltes bien la valla
es imposible vencer.

     ¿Se endurece el corazón?.
¿Tu corres peligro alguno?.
Preguntarte es oportuno;
pues bueno es para los dos
que adoremos solo a Dios;
pero a los hombres, ¡ni a uno!.

      Si la maldad nos domina,
es que estamos dominados;
más no estamos olvidados
por quien sostiene la vida,
que es quien jamás nos olvida,
ni estamos desamparados.

     Tenemos que ser prudentes
y aguantar todos los males,
ya sé que no son iguales;
pero yo siempre me fijo,
que al mal que yo más le exijo,
siempre son cosas banales.

     Para vencer un dolor
y que el dolor no te venza,
hay que emplear la paciencia,
y si hay que llorar, lloramos,
pues al fin somos humanos
y hay que andar en obediencia.

     Quien recibe un desengaño
por haber hecho un gran bien,
reclamará; ¿pero a quién?,
- me pregunto con frecuencia -
porque, ¿qué sabe la ciencia
dónde está mal o está el bien?.

     Desengaños son pesares;
mas también llegan consuelos-
lágrimas, risas, desvelos,
de un corazón afligido
que guarda todo en el nido,
imitando a los mochuelos.

     Las alegrías no engordan-
las penas nos adelgazan-
y a todo aquel que le abrazan
sufre un buen quebrantamiento,
amargura y desaliento,
y a nuestra alma resquebrajan.

     Corazones destrozados
por tanta pena y dolor,
os voy pedir con amor,
y yo en esto ya me incluyo,
que aquello que no sea tuyo
ni lo toques por favor.

      Hay muchas almas con penas
que no encuentran el remedio;
pero Cristo está en el medio
de las más grandes tormentas,
y él las calmó. ¡No le mientas
al Señor de los remedios!


Cecilio García Fernández.

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