Soy asturiano de “cepa”;
más mi lengua no lo expresa;
quizás será por torpeza,
quizás será por desidia,
quizás me falta codicia,
quizás me falte destreza.
Nací junto al Cabo Peñas,
por tanto, cerca del mar,
y es difícil de olvidar
aquellos baños del Puerto,
donde jamás hubo un muerto;
pues nadie se quiso ahogar.
Aunque viví en plena guerra,
cuando crujían los gritos,
yo jamás dije, ¡malditos!,
porque conociendo el pueblo,
la guerra fue un desconsuelo
para los pobres y ricos.
Estas son las consecuencias
de esta triste humanidad,
que por no amar la Verdad ,
pagó caras consecuencias,
fruto de maledicencias,
por nuestra debilidad.
Mi gloria es vivir en Cristo,
libre como Angel del Cielo;
pero no es ningún consuelo
vivir con gente del “mundo”
que se enfanga en lo profundo,
entre barro, y entre cieno.
Trabajando en una empresa,
aunque estés bien situado
y seas un hombre honrado,
tienes que sufrir presiones,
porque no admiten razones,
y pueden darte de lado.
Saber que existen “rapaces”
los clásicos comedores,
que son como roedores,
y traen y llevan cuentos,
y ellos viven muy contentos,
y cobran bien sus favores.
Fue muy larga mi experiencia;
más si volviese a nacer,
siempre volvería hacer
el trabajo muy bien hecho,
y sin dar un golpe de pecho,
volvería a renacer.
Y es que las aves “rapaces”
se alimentan de carroña;
y aunque yo comí “boroña”,
tengo el gusto refinado,
porque a mí, me han enseñado
a beber; sin coger “moña”.
.
Ser fieles en el trabajo,
y no vender la conciencia,
y andar siempre en obediencia
porque la suerte acompaña,
a quien nos mete cizaña,
que es hija de la indecencia.
Es un honor, y muy grande,
llegar a ser “jubilado”,
y no vivir amargado
por tener mala conciencia,
que es fruto de la indecencia,
por no ser un hombre honrado.
Empecé a los quince años,
cosiendo sacos de esparto,
y jamás me sentí harto
de trabajar con esmero,
y ser un hombre sincero,
y nunca hacer de lagarto.
Tener amor al trabajo,
es trabajar con esmero,
pensar, que esto es lo primero
que un hombre debe de hacer;
porque si quieres comer,
lucha como un caballero.
Bendigo a todos mis jefes,
pues de todos aprendí,
y ahora yo lo digo aquí,
aunque alguno haya partido;
más saber, que no he mentido,
tal como me prometí.
San Martín de Podes