domingo, 31 de julio de 2011

A JESÚS DE GALILEA

   Tú apacientas los rebaños
y ellos te causan dolor.
Ya pasa de dos mil años,
y entre fieles y entre extraños,
siempre ha existido un traidor.

  ¿Cómo es posible que Judas
te causara tal dolor,
sabiendo -pero sin dudas-
que entre verdes, o maduras,
se camufla un malhechor?

   Él conoció tus milagros
y durmió en tú aposento;
llegó a comer de tú plato.
¿Cómo pudo ser ingrato
un hombre de su talento?

   Tomás dudó ciertamente
de tú palabra bendita.
Pedro te niega tres veces
y tú, sé que te estremeces
mientras el mundo se agita.

   Cuando sanabas -a todos-
te perseguían con saña;
te buscaban como lobos,
para matarte, entre todos;
pero no era gente extraña.

   Te coronaron de espinas
para burlarse mejor.
Causas torpes y mezquinas
que nos llevan a las ruinas,
todo por falta de amor.

   Todos somos como Judas,
nos vendemos por muy poco;
y si alguien tiene sus dudas,
ver como cambias, o mudas,
en este mundo tan loco.

   Diste la vida por todos
y pocos siguen tus pasos,
luchemos de todos modos
y no hablemos por los codos
y llenemos nuestros vasos.


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