jueves, 15 de septiembre de 2011

JUSTIFICADA DEDICATO

      En el principio creo Dios el Cielo y la tierra. Génesis 1:1
      La gracia de Dios se ha manifestado para salvación de todos los hombres. Tito 2:
      En las mochilas de los estudiantes de la Suiza francesa se halla un texto algo insólito: Se trata de la dedicatoria colocada en el encabezamiento de una serie de libros de física, elaborados con todo el rigor científico posible. Hela aquí:
      A ti, que creaste todas las cosas.
      A ti, que dejaste en tus obras las señales de tú sabiduría y tú poder.
      A ti, que le diste a los hombres una inteligencia y les permitiste descubrir algunos de los secretos de tú creación.
      A ti, que te revelaste y hablaste por tú Hijo hecho Hombre, hablaste y hablan aún en la Biblia, libro vivo.
      A ti, que ofreces aún a los hombres tu Gracia y tu Salvación, a pesar de la indiferencia y el desprecio del mundo, pese al homicidio de tu Hijo.
      A ti, oh Dios, sea honra y agradecimiento.
      ¿Qué hace éste texto en un libro científico? - se pregunta en un primer momento el lector sorprendido.
      En una época en que los niveles elementales de muchos docentes se esfuerza por inculcar a sus alumnos que la noción de un Dios creador está caducada, nos regocijamos por éste testimonio. Su autor quiso manifestar que en éste Creador halló un Dios de Amor, a un Dios Salvador, a un Dios que habla y a quien se debe de escuchar.
      Ante éstas palabras, escritas sobre las mochilas de dichos estudiantes, más las que figuran en las Escrituras, donde hallamos la grandeza de nuestro Dios, su poder, su misericordia y el amor de nuestro Señor Jesucristo dando su vida por todos, yo no puedo comprender, ni admitir, que los Hijos de Dios, que somos los entregados a Cristo, tengamos que sufrir el desprecio de personas que, por falta de conocimiento, ó por haber caído en las redes del maligno. Te desprecian, se burlan de palabra, gestos y aptitudes poco respetuosamente con las personas que solamente tratamos de ensalzar el nombre de Cristo.
      Jesús, por medio de su Palabra, ya nos advirtió de lo que nos esperaba, por parte de aquellos que no le quieren admitir como el ÚNICO Salvador. A pesar de los desprecios y malas palabras que tenemos que recibir de éstas personas, tenemos el deber y la obligación  de hacer lo que Jesús nos mandó a todos sus seguidores: Id por todo el mundo y `predicar el Evangelio.
      Si el Evangelio nos mandara adorar imágenes, las adoraríamos. El Señor ya hizo su obra; así pues, leamos su Palabra y comenzaremos a conocer a Dios por medio de su obra. Buscar la Verdad y ella os hará libres Son cientos los versículos que advierten lo que significa  adoración de imágenes, llamada “idolatría”. Ya hay bastante idolatría con los vicios y perversiones que existen y que son la esclavitud del hombre. Cuando Dios habla de libertarnos de toda esclavitud, se está refiriendo a todo tipo de cadenas que nos atan y nos prohiben ir a Cristo, el libertador del hombre.
      Efesios 1:20 dice: edificados sobre el fundamento de los Apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo.
S. Lucas 1:46, 47 y 48: Entonces María dijo: Engrandece mi alma al Señor, y mi espíritu se regocija en Dios, mi Salvador, porque a mirado la bajeza de su sierva; pues aquí, desde ahora me dirán Bienaventurada todas las naciones.
      Eso es lo que le corresponde a María, ni más ni menos; pero que hombres pecadores se interpongan para anular las palabras de Dios  y pretendan imponer las suyas propias, es una aberración.
      Sí María llama a su Hijo su Salvador, cuando todavía lo tiene en su vientre, ¿cómo se atreven hombres pecadores (lo somos “todos”) a glorificarla y adorarla más que al mismo Hijo?  ¡La necedad del hombre es la causa del comportamiento humano!
      S. Lucas 6:46. ¿Por qué me llamáis Señor y no hacéis lo que yo digo?
      Como vemos, Jesús insiste y no se cansa de repetir, que andemos en obediencia y que no hay más Dios y Salvador que él.

Cecilio García Fernández.
San Martín de Podes
No recuerdo el autor de la parte superior de éste escrito, ni tampoco de dónde lo copie.

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