jueves, 1 de septiembre de 2011

¡LA LENGUA!

La lengua es imprescindible
para poder expresarse,
y sirve para otras cosas,
como es el alimentarse.

   Pero la lengua es “dañina”,
es culpable de mil males,
son como aves de rapiña,
mas no son todas iguales.

   La lengua y el corazón
tienen una semejanza;
si actuaran con razón
no tendrían arrogancia.

   La lengua es muy perniciosa,
es muy cruel y muy dañina.
¿Existe una lengua buena?
¡Pregúntale a mi vecina!

   Es un potro desbocado
que no puedo dominar.
Si naciéramos sin lengua,
era más  fácil  amar.

   Es responsable de todo,
de todo lo que anda mal;
pues critica a todo el mundo
lo mismo que un vendaval.

   Las guerras son por las lenguas,
y por tantas ambiciones
que se anidan en el alma
pervirtiendo corazones.

   Cuando existe amor sincero
sobra  la  “palabrería”.
El  amor  es  lo  primero.
El  amor  es  armonía.

   Las palabras de la “paz”
las  tengo  que  bendecir;
pero  abunda  lo  mordaz
y  lo  tengo  que  decir.

   ¡A las palabras mordaces,
a todas las tengo horror!
¡Quien habla con “indirectas”
jamás conoció el amor!

   ¡Palabras como puñales
traspasan los corazones!
¡Siempre son cosas banales,
siempre son murmuraciones!

¡Es que me dijo Antoñita
que hablas mal de mi marido,
y luego el pobre, se excita,
y nos metes en un lío!

   ¡Estas buena para hablar,
que no hay quien cierre tu boca,
y siempre es para hacer mal!
¡Eres una mujer  loca!

   Tan loca yo no estaré,
pues me guiña tu marido,
y para “tapar” tu boca,
por eso yo te lo digo.

   La Epístola de Santiago (3: 12)
habla con gran claridad,
diciendo que todos somos
una gran calamidad.

   Quien no ofende con palabras  
es un varón muy perfecto,
y al ser un hombre de bien,
también refrena su cuerpo.

    Hay naves que son grandiosas
navegando contra vientos;
pero un pequeño timón,
las domina en un momento.
.
   La lengua es miembro pequeño
y se jacta de grandezas;
pero contamina el cuerpo
si andemos con sutilezas.

 Cecilio García Fernández
San Martín de Podes

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