jueves, 15 de septiembre de 2011

JUBILADOS

   Soy asturiano de “cepa”;
más mi lengua no lo expresa;
quizás  será por torpeza,
quizás  será por desidia,
quizás  me falta codicia,
quizás me falte destreza.

      Nací junto al Cabo Peñas,
por tanto, cerca del mar,
y es difícil de olvidar
aquellos baños del Puerto,
donde jamás hubo un muerto;
pues nadie se quiso ahogar.

     Aunque viví en plena guerra,
cuando crujían los gritos,
yo jamás dije, ¡malditos!,
porque conociendo el pueblo,
la guerra fue un desconsuelo
para los pobres y ricos.

     Estas son las consecuencias
de esta triste humanidad,
que por no amar la Verdad,
pagó caras consecuencias,
fruto de maledicencias,
por nuestra debilidad.

     Mi gloria es vivir en Cristo,
libre como Angel del Cielo;
pero no es ningún consuelo
vivir con gente del “mundo”
que se enfanga en lo profundo,
entre barro, y entre cieno.

      Trabajando en una empresa,
aunque estés bien situado
y seas un hombre honrado,
tienes que sufrir presiones,
porque no admiten razones,
y pueden darte de lado.

      Saber que existen “rapaces”
los clásicos comedores,
que son como roedores,
y  traen y llevan cuentos,
y ellos viven muy contentos,
y cobran bien sus favores.

     Fue muy larga mi experiencia;
más si volviese a nacer,
siempre volvería hacer
el trabajo muy bien hecho,
y sin dar un golpe de pecho,
volvería  a  renacer.

      Y es que las aves “rapaces”
se alimentan de carroña;
y aunque  yo comí  “boroña”,
tengo  el  gusto  refinado,
porque  a mí, me han enseñado
a beber; sin coger “moña”.
.
      Ser fieles en el trabajo,
y no vender la conciencia,
y andar siempre en obediencia
porque la suerte acompaña,
a quien nos  mete cizaña,
que es hija de la indecencia.

      Es un honor, y muy grande,
llegar a ser “jubilado”,
y no vivir amargado
por tener mala conciencia,
que es fruto de la indecencia,
por no ser un hombre honrado.

      Empecé a los quince años,
cosiendo sacos de esparto,
y jamás me sentí harto
de trabajar con esmero,
y ser un hombre sincero,
y nunca hacer de lagarto.

     Tener amor al  trabajo,
es trabajar con esmero,
pensar, que esto es lo primero
que un hombre debe de hacer;
porque si quieres comer,
lucha como un caballero.

      Bendigo a todos mis jefes,
pues de todos aprendí,
y ahora yo lo digo aquí,
aunque alguno haya partido;
más saber, que no he mentido,
tal  como  me  prometí.

Cecilio García Fernández
San Martín de Podes


    

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