jueves, 1 de septiembre de 2011

LA FIDELIDAD

El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel; y el que en lo poco es injusto, también en lo más es injusto.  Lucas 16:10.

Consecuencias de los pequeños descuidos


Por la falta de aquel clavo,
la herradura se perdió;
por falta de la herradura,
un caballo se perdió;
por la ausencia del caballo,
el jinete se perdió;
y al no existir el jinete,
la batalla se perdió;
por falta de una batalla,
¡un reino que se perdió!


   Por esta cadena  de situaciones, cuyas consecuencias se agravan cada vez más, es una realidad que se constata a menudo. Basta un pequeño descuido para que se forme un alud. Recordar las desgracias que vemos por televisión, donde comprobamos como se empieza a formar un pequeño alud, que va creciendo, y pronto arrastra un pequeño montículo, luego empieza por una casa y termina con la aldea, con las consiguientes  desgracias.
   Por no poner bien el despertador nos levantamos tarde, no podemos asistir a la cita y perdimos el puesto de trabajo; luego se suceden los problemas en cadena.  El puesto es para otro y las deudas se acumulan,  hay que vender la vivienda, nos separamos de la esposa, abandonamos  los hijos y todos son desgracias para la familia. ¿Quién ha tenido la culpa? ¿A quién debemos de recurrir cuando las cosas las hemos torcido nosotros? Ya no es ocasión de buscar culpables; más bien debemos de buscar soluciones. Se nos torció todo, no hay solución posible, humanamente; pero tenemos a Dios siempre dispuesto a escuchar nuestras oraciones – peticiones -, no me refiero a “rosarios”, repeticiones en cadena, dirigidos a imágenes que no oyen.
    Cuando uno está desesperado, por la causa que sea, desesperadamente hay que clamar a quien todo lo puede;  pero, naturalmente que, para clamar a Dios, primero hay que creer que le hay; pues son muchos los que maldicen al Señor y cuando se ven en situaciones desesperadas claman a quien siempre han negado. Todos somos pecadores; pero para quien cree y se arrepiente,  siempre hay salvación. Así es Dios de misericordioso.
   Para quien echa la culpa a Dios de todas las atrocidades que ocurren en el mundo, hay que recordarle que Dios envió a su Hijo al mundo para morir humillado, maltratado, despreciado y crucificado en una Cruz para cargar con todos nuestros pecados, que entre otros son: la envidia, orgullo, atropello de los más humildes, guerras, muerte de niños hambrientos, homosexualidad, fornicación, robos, crímenes de toda índole, avaricia, falsas religiones,  con sus falsos profetas que solo buscan poder y riqueza. 



Buscáis poder y riquezas,
y las tenéis abundantes,
pero aquí, lo más “chocante”
es vuestra innata maldad,
pues no amáis la Verdad;
os gusta la “ butifarra”,
y el amor se despilfarra,
porque quien adora estampas
ha de caer en sus trampas,
fruto de la vanidad.


Cecilio García Fernández
San Martín de Podes –Gozón-

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