jueves, 1 de septiembre de 2011

LA JUVENTUD NO ES UN UN TIEMPO VIVIDO, ES UN ESTADO DEL ESPÍRITU.

El hombre -por fuera es carne-
y por dentro espiritual,
y el pecado no es casual,
es fruto de las pasiones
que anida en los corazones.

Envidia, orgullo, avaricia,
vanidad y e hipocresía,
es todo una sinfonía
que tocamos diariamente,
con aptitud insolente.

La humildad no conocemos,
el amor se marchitó,
no por que lo diga yo,
ya es cosa de nacimiento,
y aquel que diga:¡No miento!
Sabe muy bien que mintió.

La envidia, está muy viva,
y vive junto al rencor,
las dos nos causan dolor
y nos traen muy maltrechos.
Saber que todos los hechos
son por la falta de amor.

La violencia trae ruina,
y el orgullo dominante
es la novia del amante
- si es que no hay separación-
 porque, cuando hay un desplante
nos llega la depresión.

Se practican las maldades
que hay en nuestro corazón.
Hay que buscar la razón
de tan grande desconcierto,
porque el Cielo sigue abierto
y puede haber solución.

Todos sabemos que Cristo
dio Su vida por nosotros.
Nunca imitemos a otros,
que no creen, por ser necios,
y nos pagan con desprecios
hasta que nos vuelven locos.
.
Yo sé –con toda certeza
y también con precisión-
donde está la solución
¡Seguir a Cristo el Amado,
el que vivió despreciado!

Él nos quita la codicia
y ese montón de maldades,
fruto de las vanidades,
y de poca congruencia,
que nos causa muchos males.

Si existe arrepentimiento
-y lavamos nuestra mente-
nuestro Cristo –Omnisciente-
-que conoce nuestro ser-
sabe bien lo que ha de hacer,
con el alma y nuestra mente.

Él perdona mi pasado
-por muy negro que haya sido-
Todo queda en el olvido
y llega la vida nueva,
libre –ya sin la cadena-
del prisionero oprimido.

Él trajo la salvación
dando su Sangre Divina,
sacándonos de la ruina
por todo el mal que hemos hecho.
No demos golpes de pecho.
Él su sangre no escatima.

Su Palabra, es tan Santa
que limpia los corazones
-sin entrar en mas razones-
porque la misma, es Verbo,
y en Ella, la salvación
nos lleva al Dios Eterno.

Nadie puede perdonarnos.
El perdón nos lo da Cristo;
por eso, en esto insisto
con pasión y con gran fe.
Las estampas que miré
ofenden a Jesucristo.

Cecilio García Fernández

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