jueves, 1 de septiembre de 2011

LA JUSTICIA DE LOS HOMBRES

Un  gitano  bailarín
que sin carnet conducía,
señales no conocía,
y al pasar un peatón,
lo atropelló, sin razón,
y lo lanzó a la otra vía.

El pobre se fue a la tumba
y la mujer, sin marido;
y un gitano presumido,
con un coche fabuloso,
le quitó lo más hermoso:
al ser que la había elegido.

     Después de matarlo bien,
el bailarín se nos fuga;
más la autoridad no duda,
y encuentran al responsable;
pero nadie saca el sable
para hacer justicia pura.

Preparan la coartada,
para culpar a un hermano,
que con inocente mano
se iba responsabilizar,
ya que al tener que pagar,
él era un pequeño enano.

      Interviene la justicia
toda vestida de negro;
y la viuda, sin consuelo,
solo le queda el llorar;
porque esto de reclamar..,
es perder tiempo y dinero.

      Un abogado “famoso”,
de los que no pierde juicio,
compra, quizás ya por vicio,
a toda la Corte entera,
y sigue haciendo carrera,
que no tiene desperdicio.

       Otros, por menor  delito,
tienen que cumplir condena;
y el necio que tenga pena,
que aprenda a ganar dinero,
que para ganar el Cielo
ahora hace falta “moneda”.

     ¡La viuda ya perdió el juicio!,
y recurre de inmediato;
pero volverá el ingrato,
llamémosle Don Dinero,
a demostrar lo primero:
¡Lo que es gozar de buen trato!

      Todo se vende en la vida
por causa del egoísmo;
y el pobre, cae al abismo,
y nadie puede sacarle;
pero si vas ayudarle,
a  ti  te pasa lo mismo.

      Apliquemos la justicia
que Dios puso en nuestras manos,
pues todos somos hermanos,
y no existe más razón,
que amarse de corazón,
mis queridos ciudadanos.

      ¡Viuda, que té quedas sola,
triste y muy desamparada,
lucha como condenada,
porque que éste mundo inherente,
siempre atropella a la gente
que está más debilitada!

      Se endurece el corazón,
y hasta el alma se estremece,
porque hay quien dicta “sus trece”,
por ser “un sabio oportuno”;
pero honrado, ¡no hay ni uno!
aunque a veces lo parece.

      Si “tropiezas” con dinero,
cuando hablamos de “justicia”,
recuerda que la avaricia
atropella las razones,
las almas, los corazones,
aunque dobles tus rodillas.

      El mal, se extiende cual plaga,
y si se corta,  retoña,
y aunque crece y da ponzoña,
se sufre de muchos modos;
más la tierra ¿no es de todos?
¿Me lo preguntas con “coña”?

Cecilio García Fernández.
San Martín de Podes

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