martes, 30 de agosto de 2011

LA OLIMPIADA

  Por una olimpiada más,
están los pueblos luchando;
más yo pregunto, ¿hasta cuándo
vamos tener que sufrir,
si es que se puede decir
todo lo que estoy pensando?
     
      Se compran embajadores,
igual que tú compras fruta,
y que nadie les discuta
porque venden el honor,
que es causa de gran dolor
por manejar la batuta.

      Va nuestra Reina volando,
a defender bien a España;
pero un príncipe, con saña
hace pregunta indiscreta:
¿Sigue matando la ETA?
¡y nadie defendió a España!

      Los Ingleses nos derrotan,
y siguen con el Peñón,
ha dicho un buen socarrón,
con sorna; mas se equivoca,
mas, para tapar su boca,
nos sobra con la razón.

      Enviamos  Socialistas,
unidos con Populares;
pero todos son iguales
y las luchas son internas,
escandalosas y eternas,
y amigos de las maldades.

      También fueron deportistas
que viven en la “miseria”,
y aquí, la cosa ya es seria;
porque abundan futbolistas
médicos y masajistas,
para hablar de cosas serias.

       Todo Madrid enmudece
y hasta lloran abundante;
por causa del mal talante
pues perdimos la partida,
que ya estaba “digerida,”
ahora no hay quien nos aguante.

      París se quedó sin almas,
se quedó como el desierto;
y esto que digo es bien cierto:
que el inglés nos derrotó;
pero alguno lo pagó
por que hoy han tocado a muerto.

      Los terroristas nos buscan
igual que a las alimañas;
y nos sacan las entrañas
con júbilo y gran placer;
porque nos quieren vencer,
usando sus malas mañas.

      Ellos por ser islamitas
mueren y se van al cielo;
les pasa igual que al Clero
cuando nuestra Inquisición,
que por creer en la Biblia,
te queman en un fogón.

     Estamos en guerras santas
entre varias religiones;
que caen en tentaciones
de vencer a su contrario,
luchando como un corsario,
por muy distintas razones.

     Cuando nos matan con bombas
por tener gran fanatismo,
caemos en el abismo
de no querer comprender,
que mueren por no comer,
abuelos, padres y niños.

     Cuando mueren dos personas
por una bomba enemiga,
el pueblo ya determina
que hay que matarlos a todos;
pero escondemos los lodos,
¡y eso sí que tienen miga!.

     Ya nos llaman “pueblos ricos”,
y el resto muere matando;
y Cristo dice: ¿hasta cuándo?
Más yo no tengo respuesta;
pero al gallo pendenciero,
debemos darle en la cresta.

Cecilio García Fernández
San Martín de Podes

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