Los males que nos persiguen
jamás nos van a dejar,
y no son ningún manjar,
ni placer que se parezca,
porque esta vida es muy terca,
y no sirve protestar.
El mal es igual que el árbol
que crece si hay nueva sabia;
pero pronto se resabia
si soplan los fuertes vientos,
que traen los desalientos
por donde quiera que vayas.
El hombre, se siente joven,
si está lejos la vejez;
porque su sabia, tal vez,
es robusta como el roble,
y no hay nadie que la doble,
porque no tiene doblez.
Pero al árbol más robusto,
lo perforan los gusanos,
y así somos los humanos,
necios, cuando no hay razón,
y duros de corazón,
y a veces, sucios de manos.
¡Benditos sean los hombres,
y benditas las mujeres,
que en todos sus menesteres
siempre hay un necesitado,
y no miran a otro lado,
cumpliendo con sus deberes!
Ancianos y desvalidos,
por múltiples circunstancias,
recibir estas fragancias
de la joven que te ayuda,
con su humildad y ternura
porque le sale del alma.
¡A la joven que te atiende,
cuando hay penas y dolor,
bendecirla por favor;
porque el anciano decrece,
y yo creo que merece
vuestra bendita atención!
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