lunes, 22 de agosto de 2011

NUESTRA JUSTICIA

      
      Nací, tal como lo digo:
Desnudo; pero no hambriento,
y ganaba mi sustento
haciendo de sacristán;
pero jamás fui holgazán
ni nadie me oyó por cuento.

      Los que hablamos, ó charlamos,
poco sabemos decir;
más otra cosa es mentir,
por  eso, tomen lecciones,
que aquel que pone borrones,
no tendrá buen porvenir.

      Meditar, es de prudentes;
pero callar es de sabios;
por  eso, con lengua y labios
cometemos mil errores,
que se vuelven en dolores
en burlas y en desengaños.

      Cuando un desliz yo cometo,
es fruto de mi ignorancia,
porque sé que la arrogancia
gracias a Dios no la tengo;
y así, como voy me vengo,
y ésta es mi pobre enseñanza.

     A todo aquel que hice daño,
sin pensar  en las razones,
le doy mil explicaciones
si con esto se conforma;
más si pide mi reforma,
que nadie se haga ilusiones.

      Se cambia bien, para mal;
pero de mal para bien,
conviene saber con quien,
andamos acompañados,
porque los enamorados,
se aman; pero por su bien.

     Quien gobierna, siempre puede
explotar al más humilde,
y ha de ponerte una tilde,
por ser  el dueño de todo;
y él, aun que pisa en el lodo,
no hay justicia que lo humille,

    
   Si es que de justicia hablamos,
hablemos de la ordinaria,
por ser necia y muy precaria,
y muy amiga del fuerte,
y el pobre se queda inerte,
allá en la Penitenciaria.

      Todo se compra y se vende,
si hay “tela” para pagar,
por  eso, voy pregonar,
por multitud de razones,
que los necios corazones
son muy malos de domar.

      La justicia en esta tierra
nos atropella y es lenta,
y así, sale mal la cuenta
del que busca la razón;
porque es necio el corazón,
del que nos cierra su puerta.

      Las causas se paralizan,
y el hambriento de justicia
conoce bien la avaricia
que posee el contrincante,
y si explota el detonante,
la causa se hace ficticia.

      El que espera una condena
protegido por pared,
sabe que no habrá merced,
y que su causa se atrasa,
y sufrirá como brasa
muy próxima a perecer.

      Luego entre palos y grillos
y un trato desolador,
¿quién aguantará el dolor
de semejante tormento?
¡Aquí no vale el lamento!
¡Esto es desconsolador!

     ¡Justicia de hombres altivos
causantes de mil dolores,
saber, que tendréis temblores,
cuando el Dios de la Justicia,
condene vuestra avaricia
por  haber sido traidores!

Cecilio García Fernández

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