La vida resulta cruda
y mala de digerir;
pues naces para morir,
por nacer ya pecadores,
causantes de mil dolores
que debemos resistir.
Muchos que dicen ser sabios
viven en pura ignorancia;
por exceso de arrogancia
pues se sienten superiores
ante los admiradores,
que tienen desde la infancia.
¿Pero cual es el destino
que le espera a un creyente?
Esto pregunta la gente,
los humildes, no los sabios,
que son los que hacen agravios
al más pobre e inocente.
Jesús prometió la vida
a quien confía en su Sangre;
porque ha de vivir sin hambre
todo aquel que en él confía,
porque le verá un buen día
sin el espino de alambre..
Su Palabra, es tan sabia,
tan consecuente y activa,
que jamás se nos olvida,
porque se practica a diario;
pero esto no es un rosario,
que el solo se desactiva.
Renueva todas las mentes
que conocen su poder,
y es fácil de suponer,
que la fe se desarrolla,
como presión en la olla,
que no explota por cocer.
Nos hace nacer de nuevo,
cambiando viejas costumbres,
de ofensas y podredumbres,
de pensamientos perversos,
por eso escribo estos versos,
que tu puedes comprender.
La vida son puñaladas,
por la espalda y por el pecho,
dadas con todo el despecho,
por las malditas envidias,
que son como las perfidias,
que son un puro deshecho.
Si quieres poder vencer,
a las tinieblas del mal,
no busques otro caudal,
que el de Jesús Nazareno,
porque fue el hombre más bueno,
que tuvo la humanidad.
Él dijo: Yo soy la puerta,
y no existe otro camino,
por eso al beber el bino,
bebo su Sangre preciosa,
muy santa, pura y gloriosa,
que me lleva a Su destino.
Él puede cambiar las vidas,
Él nos quita los rencores,
y todos los sinsabores,
que el hombre está padeciendo,
porque nacimos sufriendo,
enfermedad y dolores.
Habla con Dios, que es tu Padre,
pues fue quien te dio la vida,
y Él te va curar la herida,
si tu le pides perdón,
pero con el corazón,
de forma muy decidida.
Háblale como a un amigo,
con toda sinceridad,
pues conoce tu maldad,
que te perdona al momento;
pero esto, no es ningún cuento,
esto es la santa verdad.
Tira todas las estampas,
que son una maldición,
y no pierdas la razón,
y entrégate solo a Cristo,
y verás lo que no has visto,
que es la mayor bendición.
San Martín de Podes
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