sábado, 27 de agosto de 2011

MIS PRIMEROS PASOS

He andado muchos caminos
y “troté” por carreteras;
También por los malecones
“enfangados” con las tierras.
  Para llagar al  trabajo
hay que travesar la ría,
la pasábamos en lancha,
y mucho me divertía.
Ibamos con las "madreñas",
con  clavos, ó con tacones;
"chacleando"  por el barro,
y aguantando chaparrones.
   Las manos muy ocupadas,
con paraguas y una cesta
que  tenía  la  comida,
y siempre con ella a cuestas.
   Además una linterna,
ya que la noche es obscura,
y el pasar el malecón
era, como  una tortura.
   Saltabas de piedra en piedra
para  librarte  del agua,
pero los pies, con madreñas,
calientan como una fragua.
   Los pies se  te  recalientan,
ya que el barro es pegajoso,
y hay que tirar, hacia arriba,
o no sales de aquel  foso.
   Luego te ataca la lluvia,
y ya no sabes que hacer,
pues solo tienes dos manos
que  te  puedan  defender.
   Una se coge a  la cesta,
la otra con el paraguas,
luego queda la linterna
y los charcos con el agua.
   Cuando llegas al trabajo
mojado, pies y cabeza;
con el trabajo a destajo,
¿verdad que es pena y tristeza?
   Y el jornal que me pagaban
era de “cinco, cincuenta”.(Pts. día)
La vida estaba muy cara.
¡Ya puedes echar la cuenta!
   Era la Fábrica de Ácidos,
donde yo empecé a coser,
aquellos sacos de abono
que me hacían padecer.
    También cogías un carro,
de esos que tienen dos ruedas,
con un saco de cien kilos,
¡y si no puedes, lo dejas!
   Me tocó cargar  vagones,
con los sacos de cien kilos.
¡Eso son explotaciones,
pues éramos unos críos!
   ¡Jamás le pedí al Señor,
que aplastara la injusticia!
que me quitara el dolor,
y a los ricos la avaricia.
   En el Señor no creía;
Pues como fui sacristán,
no conocí la Palabra;
porque jamás te la dan.
    D. Francisco, que fue un santo
en cuanto a conducta humana,
todo lo hablaba en latín,
y no me enteré de nada.
   Recé miles de rosarios
a toda velocidad,
ya que no es muy necesario
alargarlos mucho más.
   Mi querido D. Francisco,
fue quien logró mi trabajo,
y aunque entré, aún sin bigote,
supe  andar  por  el  atajo.
   Y así, luchando y luchando,
me fue pasando la vida.
Ahora ya no estoy buscando.
¡Ya encontré lo que quería!
   La Palabra del Señor
fue la Fuente de mi Vida,
ella calmó mi dolor
y no hay vara que la mida.
   En ella está la Verdad
y el camino verdadero,
en ella no hay vanidad;
Porque su Amor es sincero.

Salinas, 20 Noviembre 2.000
Cecilio García Fernández

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