JESUS BENDICE A LOS NIÑOS.-
S. MARCOS 10:13-14-15 y 16.- Y le presentaban niños para que los tocase; y los discípulos reprendían a los que los presentaban. (14) Viéndolo Jesús, se indignó, y les dijo: Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el Reino de Dios. (15) De cierto os digo, que el que no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en El. (16) Y tomándolos en los brazos, poniendo las manos sobre ellos, los bendecía.
Leyendo la Palabra de Dios, (La Biblia ), podemos ver con la máxima claridad y sencillez, los versículos que se manipulan por diversos intereses; ya que, cumplir con la palabra de Dios trae consigo un sacrificio que no estamos dispuestos a aceptar. Concretando: hay que vivir como lo hizo Jesús, con un ejemplar comportamiento. Estos pequeños; pero hermosos versículos de Marcos 10, citados, son un claro exponente de que un recién nacido no debe ser manipulado. Eduquémosle, que es la obligación de todo padre, y luego dejémosle a él decidir; pues lo más probable es que el hijo tenga más conocimiento que su padre, cuando llegue a la mayoría de edad. Ya sé, ya sé que nada más bautizar a un niño de ocho días, lo anotamos en el libro de registros y ya tenemos un católico más. ¿Verdad que es maravilloso?
Cuando un alma se nos marcha
de nuestra querida tierra,
no valen gritos de guerra,
pues jamás ya volverá.
No sabemos dónde está.
¡Ya no le podemos ver!
Solo nos queda el “querer”,
con toda la libertad.
Ya no valen “funerales”,
ni las misas de “primera”,
todo eso es pura quimera,
para engañar a mortales.
Tampoco valen rosarios
aprendidos de memoria.
No rompamos la cabeza
dando vueltas a la noria.
El dinero jamás sirve
para ir directo al Cielo.
¡Grande sería el desconsuelo
del que es pobre y vive triste.
Tampoco hay un “purgatorio”,
ni almas allí estancadas.
¡Existen otras moradas!
¡No andemos con repertorios!
Miremos siempre hacia Cristo
nuestro amado Salvador,
que calma nuestro dolor,
y con Él no me contristo.
Oremos constantemente,
hasta por los enemigos.
Luchemos por los amigos,
y seamos consecuentes.
A Dios le debes de hablar
con mucho amor y placer,
y siempre hay que obedecer,
si es que Le quieres amar.
Todo lo que pido al Padre,
siempre en el nombre de Cristo,
que es el mejor, por lo visto,
si no quieres fracasar.
Gracias Padre de la vida
por todo lo que me das.
en el nombre de Tu Amado,
que no olvidaré jamás.
Perdona todas mis culpas,
pues sabes, soy pecador,
y aunque, con un gran dolor,
¡te lo digo, sin disculpas!
Cecilio García Fernández.
San Martín de Podes
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