Cuanto más triste me siento,
suelo tocar la guitarra;
porque sus cuerdas derraman,
todo lo que llevo dentro,
que puede ser un lamento;
ya que la vida desgarra.
Cuando un amigo te deja,
la tristeza te domina;
y el ánimo se termina;
y hasta ignoras la razón;
pero sufre el corazón,
ya que la muerte es la ruina.
¡Aquí ya no hay solución!
Porque todo se termina;
pero existe una razón,
para no vivir en ruina;
más es terco el corazón,
que es el que lo determina.
No valen santos del Cielo;
que llamamos milagrosos,
que son solo “poderosos”,
para chupar tu "manteca";
con aumento de hipoteca,
del pobre que es vanidoso.
Hay que partir sin remedio,
por mucha ciencia que exista;
pero si hay quien se despista,
yo le quiero recordar,
que Cristo no es un azahar,
ni tampoco un masoquista.
El Señor bajó a tierra,
con una Santa misión,
para darnos salvación,
sin merecer su clemencia;
más su Divina paciencia,
siempre concede el perdón.
Yo siento gran compasión,
y hasta dolor y tristeza,
porque existe gran torpeza,
en mente y en corazón,
del que no obtiene el perdón,
por causa de su flaqueza.
Tenemos un reglamento
para no vivir a oscuras.
Son las Santas Escrituras,
ya que la muerte no es broma,
porque a todos nos deplora,
recordar las sepulturas.
Nadie negará a Jesús,
ya que es parte de la historia;
más la ignorancia es notoria,
creyendo cosas extrañas,
que te atrapan como arañas,
y jamás tendrás victorias.
Cuando toco la guitarra,
se me van todas las penas,
y la sangre por mis venas,
corre con gran libertad,
porque no existe maldad;
y por tanto no hay condenas.
Cuando el corazón se aflige,
le cantamos alabanzas,
que son ríos de bonanzas,
y alimento espiritual,
que va engrosando el caudal,
del amor y la esperanza.
En Cristo existe el Poder,
ya que Él “todo” lo creó;
y eso es lo que creo yo,
y eso debemos de hacer,
que amar es obedecer,
al que todo nos lo dio.
Él también nos dio Su Sangre,
Pura Santa y Redentora,
y todo el que no la añora,
siempre se va lamentar,
por no quererse humillar,
al que todo lo atesora.
En Cristo existe poder,
y bien lo estoy demostrando;
pues ha cambiado mi ser,
y aunque es grande el padecer,
jamás dejaré de ver,
que Él expiró perdonando.
Salinas 2.002
Cecilio
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