¡Termino de levantarme
y tengo muy triste el alma;
pues no llega lo que esperas,
y esto me altera la calma!
Ayer yo cumplí mis años;
y me encuentro deprimido,
porque que llevas desengaños
que no tengo merecidos.
Yo lucho, y sigo luchando;
aunque es dura la batalla;
porque el cuerpo se marchita,
y el sufrimiento avasalla.
Señor: ¿y mis ilusiones?
Hijo: ¡Tómalas con calma!
¡Mira lo que Yo he sufrido!
¿Es que no te llega al alma?
¡Hoy la mañana es obscura,
la veo por mi ventana!
La ventana de la vida,
es una amargura vana.
Y yo sigo persistiendo,
de la tarde a la mañana;
pero la vida es muy terca,
y no se rinde por nada.
Ya no me fío de nadie,
que tenga sangre en las venas.
Mi esperanza es el Señor;
¡el que sufrió por mis penas!
Lo traicionamos los hombres,
hombres que somos quimeras:
¡pero que nadie se asombre,
cuando sufres y te apenas!
Cristo nos dijo muy claro:
¡Sígueme y coge tu cruz!
pero hay que pasar el aro,
para llegar a Su Luz.
¡Esta mañana es muy triste!
¿Qué tengo en el corazón?
¡Mis lágrimas ya las viste!
¡Salieron del razón!
Para ganar un atleta,
necesita entrenamiento,
y tiene que sufrir mucho,
hasta el puro agotamiento.
¡La mañana está muy triste!
lo tengo que repetir.
¡La vida que Tú me la diste!
¿Quién la puede discutir?
Para ganar la batalla,
hay que tener armamento,
y tener una muralla,
que te defienda por dentro.
Nos dices en Tú Palabra,
que cojamos Tú Gran Cruz,
para que la puerta se abra;
y recibamos Tú LUZ.
El Señor tiene paciencia.
¡Quién lo pudiera imitar!
¡ Ahí radica la ciencia
que existe entre el bien y el mal!
Dar de comer al hambriento,
es mandamiento de Cristo;
más, si alguno está sediento,
démosle agua, sin cinismo.
¿Qué hice yo con mi Señor?
¡Yo solo supe ultrajar!
¿Y el precio? ¿Es mi dolor?
Os lo quiero preguntar.
Tú Cruz, la siento pesada,
y la arrastro con dolor;
pero debo resistir,
para gozar de Tú Amor.
Ayer yo cumplía años,
con más pena que dolor,
y recibí desengaños,
quizás por falta de amor.
Yo lucho con mi dolor,
y no quiero partir pronto.
¡Hay que decir la verdad,
pero hay que luchar a fondo!
Mi fe está arraigada,
dentro de mi corazón.
¿Quién la puede destruir
con Cristo en el corazón?
Mi fe tiene fundamento,
en la Sangre del Señor.
Él dio Su vida por mí,
¿Puede haber mayor honor?
Debo sufrir las traiciones,
como las sufrió el Señor.
Él lloró muy quebrantado,
para ser mi Salvador.
Señor: Te voy a pedir,
-porque tienes gran poder-
que me des sabiduría,
más paciencia y más saber.
Yo me siento muy seguro,
bajo las alas de Cristo,
porque sigo Su Palabra,
que me sacó del abismo.
Dios bendiga eternamente,
a los que me hacen sufrir.
Tengo que ser consecuente,
y lo tengo que decir.
Cecilio García Fernández
No hay comentarios:
Publicar un comentario