Nos tenemos que morir
por no andar en obediencia.
Es obligado partir.
No nos retiene la “ciencia”
.
La santidad y el amor,
la da Dios, y es pura esencia.
También nos quita el rencor,
si oramos con gran frecuencia.
La muerte -si estás en Cristo-
no existe. ¡Ya se adivina!
Gozas de una eternidad.
Nos libramos de la ruina.
Esta vida, en la tierra,
fue un castigo merecido.
¡No obedecimos al Padre!
Nos engañó el enemigo.
Riámonos de la muerte,
pues dejamos de sufrir.
Llamémosla, la gran suerte,
por marchar de éste redil.
Yo jamás me moriré.
Yo parto con el Señor.
Mis huesos quedan aquí.
¡Luego ya no hay mas dolor!
Si obedecemos a Cristo,
partimos con placidez;
Pero, seamos sumisos.
Obremos con buena fe.
El cuerpo sirve muy poco,
pensando en la vida eterna.
Se consume poco a poco,
en una fosa, ó la caverna.
Por sentirme poca cosa,
ni mis dolores merezco;
Pero tú, me quieres Padre,
sabiendo que soy muy terco.
También me siento importante,
pues Tú me diste la vida.
Sé que soy un gran tunante;
pero has curado mi herida.
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