sábado, 27 de agosto de 2011

¡MALTRATAN LOS NIÑOS!

 ¡No maten más niños,
no causen más penas,
que lleguen a viejos,
pero sin cadenas;
más no maltratarlos;
seamos mecenas,
que estén protegidos
por almas serenas,
que los alimenten,
no hacerles faenas,
que ya de mayores
sufrirán sus penas;
pues las ambiciones
no son cosas buenas.
Los niños son parias
que sufren sus penas,
por  que la justicia
nunca ha sido buena.
Dejar a los niños
que juegan, y sueñan,
divierten abuelos
que padecen penas,
y  son maltratados,
y sufren condenas
que son como cruces,
y no las hay buenas,
pues huelen a muerte,
al cumplir  condenas.
¡Que los niños canten,
que los niños lean,
que jueguen al coro
y a la “pata ciega”,
que nos cuenten chistes
con sus caras tiernas,
que den alegrías
y huyan de las penas,
que no los exploten
cortando la leña,
que los quiero alegres,
risueños, sin penas,
pues no hay más infancia,
y pasan sin verla!
La historia de un niño
siempre es muy pequeña;
pues son unos años
de alegrías  tiernas,
que juegan con todo
lo que tienen cerca;
pues todo lo imitan
y todo lo “pescan”;
 son muy avispados,
como las abejas.
Tienen labios tiernos,
y cuando nos besan
son como caricias
que todos aprecian;   
pues son inocentes
que piden clemencia;
pero hasta los violan,
hombres sin conciencia,
hombres pervertidos,
hombres con creencias,
hombres corrompidos,
por esa indecencia
que hoy se practica
con tanta insolencia,
con tanto descaro,
con tanta frecuencia,
que causan hastío
porque no hay decencia.
Quien maltrata a un niño
que pague su pena;
¿pero existe precio?
¡pero existen penas!
porque Dios es justo
y tiene condenas
para quien maltrata
criaturas buenas.
Jesús ya lo dijo:
hacer cosas buenas,
no maltratar niños,
que hay penas severas,
que rompen el alma
con duras condenas.
Pensar lo Divino,
pensar como piensas
es un desatino,
es ir contra el viento,
es no hilar muy fino,
es perder el tiempo,
un tiempo elegido
para disfrutarlo
y no maldecirlo,
porque el tiempo pasa,
y es triste decirlo,
más paso que avanzas,
hay que bendecirlo,
pues nos queda poco,
para despedirnos!
¡Cuántas veces lloras
por perder el tiempo!
¡Cuantas veces gozas
cuando sopla el viento,
cuantas veces gimes,
y no te comprendo!

Cecilio García Fernández

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