Palabras que no están dichas
son palabras de prudencia,
y aquí radica la ciencia
de hablar; pero no ofender,
palabras del buen saber,
que es hablar en eminencia.
Cuando metimos la errata,
la errata ya está metida.
¿Cicatrizamos la herida?
¿Será buena solución?
Errar en otra ocasión,
¡Otra batalla perdida!
¡Tú no toques mi amor propio!
¡No estoy dispuesto a aguantarte!
¿Cómo voy a soportarte
si no me das “mi” razón?
¡Vives de imaginación,
y de ahí, no hay quien te aparte!
¡Existen tantas “verdades”
como almas hay en la tierra!
¿Cómo no han de existir guerras
entre ideas diferentes?
Si no somos transigentes,
seguiremos en peleas.
Soy la Verdad y el Camino
y sabemos que es la Luz
que alumbra todo el camino,
por eso, yo a él me arrimo.
¡No hago como el avestruz!
Las palabras de su voca
son de amor y salvación,
son espíritu en acción
que hacen ver nuestras maldades,
falsas; pues no son verdades
que nos dan la solución.
Él dijo: “Soy el Camino”
y no existe otra Verdad.
No adorar, que es vanidad,
estampas muy bien pintadas,
o imágenes bien talladas
que son pura falsedad.
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