Vivo y no quiero morir;
pues si la muerte deseo,
es que no aprecio el vivir,
y sino vivo, me muero.
Tenemos que resistir,
y amar a Dios, lo primero.
Yo quiero vivir con Dios,
y tener su pensamiento,
sin un desfallecimiento,
y siempre juntos los dos;
por eso, quiero ir en pos,
del que me da gran aliento.
Yo vivo; pero sufriendo,
por causa de un accidente;
más tengo que resistir;
y ser hombre consecuente;
porque yo me debo a Ti,
desde los pies a la frente.
Si no te tuviese a Ti,
¿cómo Te iba a comprender?
Sufrir, siempre es padecer.
¡Siento a Dios cerca de mí!
Porque él lo ha querido así;
yo tengo que obedecer.
-
Jesús es agua de Vida.
Es manantial infinito,
y si yo me precipito,
por no andar en obediencia,
no recurriré a la ciencia.
La ciencia en esto, un mito.
Todo aquel que lucha y vela,
sabe bien lo que está haciendo,
y aunque siempre padeciendo,
la puerta de Dios se abre;
pero, seguiré aprendiendo.
Tú, qué me dices compadre.
Yo estoy siguiendo al Señor;
pero soy muy imperfecto;
pues abundo en el defecto,
como todo pecador,
que ha de sufrir el dolor,
pues no hay calmante perfecto.
Vivir sin una esperanza,
es navegar sin timón,
ó luchar sin la razón
para llegar a buen puerto,
y mal se arregla un entuerto,
si tienes mal corazón.
Nuestra mente es un portento
que almacena información,
pero en más de una ocasión,
almacenamos basura,
y esto ya no tiene cura,
¡pero tiene solución!
Si te presentas a Cristo
con gran arrepentimiento,
de los malos pensamientos
que tiene tú corazón,
ya es suficiente razón
para un buen entendimiento.
Si tú crees su Palabra,
que figura en la escritura,
ya no verás más al cura
que te estaba confesando;
pero jamás perdonando,
porque eso es una locura.
Con dinero, ó sin dinero,
como canta el mejicano,
yo abro tus ojos hermano,
y no piques de inocente,
pues se pierde mucha gente
por no andar en buenas manos.
Jesús nos salva la vida,
y no fue ningún marciano,
él siempre tendió su mano,
al ladrón y al inocente,
y siempre miró de enfrente,
porque Jesús es tu hermano.
Que se rinda todo humano
ante su Sangre bendita,
y hay corazón que palpita,
solo con nombrar su nombre;
pero que nadie se asombre,
con Él, nadie se marchita.
Cecilio García Fernández
San Martín de Podes
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