lunes, 29 de agosto de 2011

LA VIRTUD

   La virtud jamás se esfuerza,
y nace en cualquier parte,
la virtud ve, nunca es tuerta,
ni se ve como obra de arte.
La virtud es don divino,
¡quien la pudiera alcanzar!
anda por el buen camino,
huele como el azahar.

   No puede quemarla el fuego
por ser pura e incombustible,
dispara balas de fuego
mucho mejor que un buen rifle.
La virtud tiene un poder
que atraviesa corazones;
mas no daña los tejidos
por muchísimas razones.

   Es suave como la brisa,
es fuerte como el león,
siempre está con la sonrisa
que aflora del corazón.
 Contagia, a quien se arrima,
alivia nuestro dolor,
penetra, en las entrañas,
la virtud es todo amor.

   La  virtud es una fuerza
que no se puede medir,
gana todas las batallas
y jamás puede morir.
Da la vida por los otros,
jamás mira para sí,
lo que tiene, lo regala,
la virtud siempre obra así.

   ¿Y quién vende la virtud?
¡Yo tengo mucho dinero!
¡El dinero no da luz,
mi querido compañero!
¡Todo lo  puede comprar,
ya he comprado la salud!
¡No se pede comparar,
el dinero es mala cruz!

   ¡El dinero es talismán,
y el talismán  es poder,
con  el  dinero  te dan
otros ojos para ver.
 
   Para hablar de la virtud
hacen falta mil cuartillas,
la mente, con mucha luz,
y oraciones de rodillas.
Si tu quieres escucharme,
quiero pedirte perdón,
porque no puedo imitarte
y aflijo mi corazón.

   Eres sencilla en los actos,
jamás pierdes la razón,
te gusta tener contactos
con los de buen corazón.
No ves en mí, los defectos,
no los ves, en los demás,
para ti, somos perfectos,
y nos amas, además.

   No hay necio que se resista,
nadie te puede vencer,
no hay maldad que se resista
ante su inmenso poder.
Tienes orgullo, por dentro,
por fuera, ya se te ve.
¡El equilibrio en el centro,
donde reside la fe!

   La maldad no te destruye,
por mas que luche contigo,
pues la virtud constituye
el arma que te da abrigo.
Jamás te has de arrepentir,
porque en ti, el mal no existe,
mira hacia mi, si me viste,
pues yo quiero corregirme.

   Siempre admiré tus sonrisas,
porque relajan mi ser,
pero, ¿qué puedo yo hacer,
si estás tan lejos de mí?
¡Que Dios se apiade de ti,
lo mismo que hizo contigo,
porque Dios es el abrigo
que nos da su Luz aquí!

   ¡Adiós Virtud: ¡hasta pronto!
ya nos veremos allá,
porque aquí, yo no respondo,
a mí, me sobra maldad.

San Martín de Podes, 19 Mayo 2007
Cecilio García Fernández.

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