domingo, 28 de agosto de 2011

LIBERTINAJE

   Ahora, se ha puesto de moda

matar  humildes esposas,
como quien corta  las rosas
de su jardín preferido,
donde el pájaro hace el nido,
y vuelan las mariposas.

   Las matan con quince años,
y las matan con noventa;
y a mí me sale la cuenta,
que no es por cuestión de años;     
más bien son por desengaños,
y de discusiones tercas.

   ¡Basta de matar  mujeres,
 clamé a Dios  con dolor!
porque esto causa estupor,
y no hay derecho ninguno,
 aunque se vayan con uno,
¡no es para tanto el rencor!

No  dejar vuestras mujeres,
en el más puro abandono,
ni subir la voz de tono,
pues basta ya de atropello.
Valoremos lo más bello,
y no empinar tanto el codo.

   Si maltratas a los hijos,
van a pasarte factura,
pues necesitan ternura,
con muchos sabios consejos,
porque llegarán a viejos,
y  verán tu sepultura.

   No vayas con una amiga,
como haces con las rameras;
porque son malas carreras,
y luego te vas cansar,
y vas  a querer probar,
otras que son más ligeras.

   No  vivir  juntos en pisos,
con  tanto  libertinaje;
porque llegará el ultraje,
por no ser un hombre honesto,
y luego de decirte esto,
voy a comer mi potaje.

   SI una falta he cometido
por estas observaciones,
perdona mis convicciones,
pero quiero ser honesto,
y por eso escribo esto,
porque estas son mis razones. 

Todas las reglas del juego
deben de ser aplicadas,
pues somos como manadas
que no quieren respetar,
las leyes que hay que aplicar,
en cualquier digna morada.

   De la noche a la mañana,
os juntáis tristemente
con pocos dedos de frente,
para pensar bien las cosas,
y sois como mariposas,
que voláis  ligeramente.

   Dentro de una mente negra,
no habrá buenos pensamientos;
pero hay que estar muy contentos,
leyendo  las  escrituras;
para que no andes a obscuras,
ni cambies como los vientos.

   Las leyes que tu conoces,
por  ser  joven  atrevido,
échalas  en  el  olvido,
y sigue normas  divinas,
pues nadie quiere su ruina,
ni  ser un hombre cautivo.

   Estoy pues, a tú mandato,
pregunta lo que más quieras
para quitar las cegueras,
propias de la juventud,
y aprópiate de la Cruz,
que la Luz quita barreras.

   Ama siempre al pecador;
más hay que odiar el pecado,
porque nunca está olvidado
y está metido en la mente.
Te lo digo humildemente,
.y no estoy equivocado.

Cecilio García Fernández

San Martín de Podes

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