jueves, 25 de agosto de 2011

NUESTRA FORMA DE SER

La paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro. –Romanos 6:23-

¿Por qué existe tanto mal en el mundo?

    Por si nos hallamos dormidos, los medios de comunicación nos recuerdan, día tras día, el desorden que reina en el mundo. Violencia, injusticias, crímenes de todo tipo, corrupción abundante a todos los niveles, sexo desordenado, homosexualidad, lesbianismo, guerras por  intereses inconfesables, muerte de esposas, y la lista es interminable.

 

     Hubo un tiempo en la historia de la humanidad en que estos males no existían. La Escritura nos decía que el hombre vivía feliz y libre. Podía comunicarse con Dios,  encontrarlo y disfrutar de su bondad. ¿Qué pasó entre ese momento entre ese momento y lo que estamos viendo ahora? Solo la Biblia nos da la respuesta: Como el pecado entró en el mundo por  un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron” (Romanos 5:12). Cuando Adán, nuestro primer padre, escogió desobedecer el mandamiento divino, inmediatamente perdió el contacto con Dios, la fuente de toda felicidad (Génesis 3:22-24). El hombre se alejó de Dios y así la desesperanza, la culpabilidad y el miedo se incrustaron en nuestro ser íntimo, porque todos pecamos. 
 
     Observe ésta corta palabra “todos”. Quizás usted y yo nunca nos conoceremos, sin embargo, tenemos algo en común. los dos somos pecadores. Pero en su inmenso amor, Dios, por medio de Cristo Jesús, nos abrió un camino, nos dio una solución a nuestro problema, si aceptamos a Jesús como nuestro único salvador, permitiéndonos escapar de ese laberinto del pecado y de la muerte. Él pagó con su vida para librarnos de nuestra muerte y vida pecaminosa. No crea esas fábulas que le cuentan las religiones que tienen una lista interminable de imágenes llamadas santos y santas, que si alguna de ellos se ha salvado ha sido solamente por la misericordia de Dios, igual que ha hecho con todos cuantos nos hemos entregado a Cristo. Vea en la Palabra de Dios que es lo que les espera a los que adoran dichas imágenes, aunque, al mismo tiempo adoran también a Cristo; pero Dios ya nos ha dicho que él es un Dios celoso.

     Por otra parte santo solamente es aquella persona que está en armonía con Dios; pero nadie, excepto Dios, sabe quien es santo. No se puede aceptar que en una reunión de hombres pecadores acuerden nombrar a Pedro o a Juan, santos, por que ellos lo hayan acordado así. Solamente se puede adorar a Dios, Padre Hijo y Espíritu Santo. Todos los demás, sin ninguna excepción fuimos, somos y seremos pecadores, aunque aquellos que hayamos aceptado a Jesús como “único” salvador. Si estamos libres del pecado es porque Jesús cargó en la Cruz con ellos; pero esto no nos exime de seguir siendo pecadores, ya todos los días de nuestra existencia pecamos, con nuestra palabra, nuestros pensamientos y nuestras obras, aunque no nos hayamos dado cuenta.

    Es imprescindible el “arrepentimiento” y la fe en Jesucristo, quien dijo: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14:6). Así como el pecado reinó para muerte, así también la gracia reine por la justicia para vida eterna mediante Jesucristo, Señor nuestro” (Romanos 5:21). Cuando le digan que se debe de orar por los muertos y que se adoren imágenes, sean de quien sean, que le muestren el versículo de la Biblia donde dice tal cosa. Si no se lo pueden mostrar, ya que no existe, no acepta tal promesa. El diablo es muy astuto y engañador. Cuando le digan que una misa es el sacrificio de Dios vivo, que le muestren también donde figura tal dicho. Tengan presente que el único que hizo un sacrificio fue Jesús. Decir que una misa es un sacrificio es faltar a la verdad y ofender a Dios y a los hombres. Yo fui sacristán varios años y ayudé a decir la misa; pero les aseguro que ni el sacerdote ni yo hemos hecho sacrificio alguno.

     La misa se componía de unas palabras en latín, que el pueblo no entendía, y unos ritos, siempre los mismos; pero decir que es un sacrificio incruento, (sosegado, tranquilo, apacible y placentero, entre otros) es faltar a la verdad. Ser despreciado, maltratado, insultado, ultrajado, azotado, coronado de espinas, abofeteado y crucificado, eso sí que es sacrificio.

    Que Dios tenga misericordia de los que a través de los años han llevado al mundo a guerras engaños y a la Inquisición, y ahora quieren hablarnos de santos, sacrificios, cuando lo que estamos viendo es un gran poder “religioso-político-económico”, y que casi todo el mundo conoce muy bien.


                                                            Cecilio García Fernández

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