lunes, 22 de agosto de 2011

ORAR EN EL ESPÍRITU

Pero vosotros…orando en el Espíritu Santo, conservaos en el amor de Dios, esperando la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para vida eterna. Judas 20-21
¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu Santo mora en vosotros? 1ª de Corintios 3:16.
      Si prestamos atención; veremos que el citado versículo nos manda orar en el Espíritu, no orar al Espíritu, que es muy diferente. Debemos de orar en él, es decir, en el poder y bajo la dirección del Espíritu Santo de Dios que mora en nosotros, ya que lo recibimos cuando aceptamos a Jesús como nuestro único y suficiente Salvador, al haber nacido de nuevo, que significa cambio de vida, hábitos y costumbres. (Juan 3:5-8 y Efesios 1:13).
      Esto significa que debemos orar, pedir, clamar a Dios, en el Espíritu, y nunca de acuerdo con nuestros deseos ó necesidades, puesto que nosotros no sabemos lo que pedimos ni lo que necesitamos, en las cosas profundas del espíritu, naturalmente, ya que somos como niños pequeños que siempre piden y piden; pero no saben lo que les conviene. Oremos para que el Espíritu Santo sea quien hable por nuestra boca y nos dirija en todo. (Romanos 8:26) Las oraciones que son conducidas por el Espíritu Santo son serias, profundas, y se ajustan al pensamiento de Dios y por tanto son de su agrado y serán respondidas.
      Por la oración expresamos nuestra sumisión a Dios y le expresamos que somos dependientes de él, y sin él, nada podemos hacer. (Recordar que orar es hablar con Dios sumisamente, con la ayuda del espíritu Santo; pero, por favor, no rezar, que son palabras repetitivas, sin fundamento y que todos dicen y piden exactamente lo mismo; mientras que orar, es hablar con nuestro Padre, y todos tenemos diferentes necesidades, tanto material como espiritualmente.
      Recordar bien que nuestro cuerpo es templo de Dios, ya que nos han enseñado, diciéndonos que un edificio construido de piedra o ladrillo es la iglesia y templo de Dios. La Palabra de Dios dice: Dios no habita en edificios de cuatro paredes. Por otra parte, la Iglesia es el conjunto de creyentes en Cristo Jesús, y todos juntos formamos el Cuerpo de Cristo, cuya cabeza es él; por lo tanto nadie se incline en un edificio, dedicado al culto, creyendo que Dios está metido, y guardado bajo llave, en un pequeño cajón de madera. Dios, Cristo, está allí solamente cuando estamos nosotros, si nuestra fe está depositada, SOLAMENTE, en Jesús, nuestro único y suficiente Salvador.
      Si Dios no responde a nuestras peticiones es porque las mismas no están hechas de acuerdo con sus deseos, que son nuestras verdaderas necesidades; así pues, andemos rectamente delante de Dios para que el Espíritu Santo no esté disconforme con nuestro comportamiento. La Palabra de Dios es el único camino para llegar a Dios. Si no leemos su Palabra, ni la oímos, estamos apartados de Dios. Orar y alabar a Dios es estar en contacto con él. No creer que por decir: “Yo creo en Dios”, os va a servir para algo. La Palabra de Dios dice: Si confesares con tu boca, que Jesús es tu salvador, que murió por nosotros en la Cruz, y resucitó al tercer día de entre los muertos, serás salvo tu y tu familia.
      Recordar que somos salvos por la gracia de Dios, no por obras humanas; para que nadie se gloríe. Edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, la principal piedra del ángulo es Jesucristo, porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano, para que anduviésemos en ellas.
      Mirar que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según a Cristo. (Colosenses 2:8)
      Volver a leer este versículo citado, y recordar que os están engañando con sutilezas y filosofías de hombres que solo buscan su propio interés, y que no están al servicio de Dios.
      El que tarda en airarse es grande de entendimiento; más el que es impaciente de espíritu enaltece la necedad.
El corazón apacible es vida de la carne; más la envidia es carcoma de los huesos.

                                                                            Cecilio García Fernández.

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