martes, 30 de agosto de 2011

LA SINRAZÓN

   ¡Hay del pobre que no entiende

lo que gana por servir!
¡Hay de aquel que no comprende
que se tiene que morir!

  ¡Hay del viejo que envejece
y no conoció el amor!
¡Hay de los pobres hambrientos
que están sin pan, ni razón.

  ¡Hay de los niños desnudos
que nadie quiere vestir!
¡Hay de los niños hambrientos,
muy próximos a morir!

   ¡Hay de la mala justicia
que se deja sobornar,
atropellando al más débil
por un maldito caudal!

   ¡Hay gobernantes traidores
que gobierna por su bien,
y sus obras son “amores”
amargas como la hiel!

   ¡Hay quien duerme en un portal
con cartones, por cubierta,
otros no lo pasan mal,
y tienen guarda a su puerta!

   ¡Hay pobres –profesionales—
que de puerta en puerta van,
y sacan buenos jornales,
piden mucho y pocos dan!

   ¡Hay quien pide para droga
y otros por no trabajar,
y tu miras por el “ojo”  (puerta)
y no sabes a quien dar!

 ¡Sufres, cuando no hay ternura,
sufres, cuando te hacen daño,
sufres, por un desengaño;
y el amor todo lo cura!

   ¡Son muchos los que padecen,
siempre arrastrando el dolor.
Ayuda a quien va sufriendo,
porque si es tienes algo amor!

   ¡Hay de aquel, que traicionado
por su querida mujer,
no ha comprendido la causa
de que fue por un placer!

   Si ha buscado otros quereres,
también puede suceder,
que no has hecho los deberes
que todo esposo ha de hacer.

   De novios somos muy tiernos;
mas llega la madurez,
para poder comprendernos
sin llegar a la vejez.

   Los abandonos, de joven,
son heridas muy sangrantes;
si suceden de mayores
ya son cosas malsonantes.

   Todo el mal tiene su precio,
todo lo bueno es amor,
busquemos siempre el aprecio;
porque en el, nunca hay dolor.

   Cuando tengas algo bueno
cuídalo como un tesoro,
guarda el trigo; porque el heno,
sirve para hacer abono.

   Cuidado con la cizaña
que se nos cuela en el trigo;
porque el mal tiene su maña
y siempre es nuestro enemigo.

   Que Dios nos libre del mal
porque el Diablo es un ladrón,
y si entra en el corazón
es muy malo de expulsar;
por eso, no le hay que dar,
ni la mínima ocasión.

Cecilio García Fernández
San Martín de Podes

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