sábado, 27 de agosto de 2011

MENTIRAS Y VERDADES

       EL DOGMA DEL PURGATORIO
       La Iglesia Romana enseña

      1 – Que existe un lugar de purificación para los difuntos que mueren con pecados veniales, y para los que, aunque perdonados sus pecados mortales, no han satisfecho a Dios debidamente por ellos. (¿No sirvió la muerte de Cristo?)

      2 – Que por medio de piadosos oficios fúnebres puede acortarse la estancia de estos difuntos en dicho lugar de tormento.

      El Santo Evangelio dice:
      Que hay un cielo y un infierno; pero no se encuentra en toda la Sagrada Escritura ni una palabra a cerca del purgatorio.

      La purgación de todos los pecados se atribuye, única y exclusivamente, al Señor Jesús, según consta en los siguientes textos: ”Quien haciendo la purgación de nuestros pecados por si mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas”. Hebreos 1:3 La sangre de Jesucristo, su Hijo, nos limpia de todo pecado. S. Juan 1:7.

      Es hacer afrenta a la gracia de Dios creer que él perdona solo una parte de la culpa del pecado, y que el mismo pecado, una vez perdonado, tiene que ser expiado con alguna pena por parte del pecador. En la parábola del hijo pródigo no se dice que el padre perdonó al hijo y lo castigó de alguna forma para que satisficiera por los pecados perdonados, sino que le restauró plena e inmediatamente a la condición de hijo, y aún hizo una fiesta en su honor. Lucas 15:11-32. El ladrón en la cruz tampoco se le exigió otra  purificación que la que el mismo Señor Jesucristo estaba haciendo con su Sangre preciosa derramada en el Calvario; pues a pesar de haberse confesado el mismo tan grande pecador, el Señor le dice: “Hoy estarás conmigo en el Paraíso”. Lucas 23:41-43.

  Lean Hebreos 10:14. Ante estos textos bíblicos citados y muchos más, ¿qué crédito  se le puede dar a la llamada Santa Madre Iglesia Católica Romana?      San Agustín escribe: “La fe Católica, descansando sobre la autoridad Divina, cree que el primer lugar es el reino de cielos y el segundo el infierno. ¿Dónde está el tercero? Pensar que los pecadores que estamos vivos podemos hacer algo por los muertos, es  una fantasía y  un desprecio muy grande para quien vino a éste mundo a salvarnos.

      El origen del dogma del purgatorio viene de los paganos  que se creía como una creencia común entre las religiones paganas. Platón, hablando del juicio futuro de los muertos, afirma que “de aquellos que han sido juzgados, algunos deben primeramente ir a un lugar de castigo donde deben de sufrir la pena merecida. Lo que si es una realidad es que este dogma del purgatorio da unos beneficios incalculables a quienes ofician misas y funerales, que nadie sabe cuantos oficios son necesarios para poder salir de esa “trampa ”, –sin contar las bulas -. El mencionado dogma, en sus principios, fue condenado en el concilio general celebrado en Constantinopla en el año 573, y no fue aceptado como tal hasta el concilio de Florencia en el año 1.439.  Que el Señor nos libre de todos los concilios y nos deje con su Santa Palabra.

      Ahora vienen las “indulgencias” y misas aplicadas.
      Los católicos que realizan ciertos actos de piedad ó  “donativos a la iglesia”, pueden obtener la gloria, si así lo considera oportuno el Papa ó un obispo. También, por medio del sacrificio de la santa misa, que puede ser aplicado a vivos y muertos, se pueden obtener favores especiales; y a determinadas almas, para acortar su estancia en el purgatorio, según la intención de los interesados dediquen a las mismas, pagando por ellas lo establecido en cada lugar. Aquí todo se arregla con dinero.  Jesús lo arregló con Sangre. ¿Dónde está la razón?

      El Apóstol  Pedro reprende a Simón el mago, diciéndole: Tu dinero sea contigo perdición, porque has creído que el don de Dios se alcanza con dinero. No tienes tú ni parte ni suerte en este ministerio, porque tu corazón no es recto delante de Dios. ¿Quién puede justificarse?

      El Apóstol Pablo declara: Porque de gracia sois salvos por la fe; y esto no de vosotros, porque es un don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. Efesios 2:8 y 9.

      Por todos estos dogmas se desvaloriza la obra redentora de Jesús. Nos hacen ver que es preferible la amistad con un obispo, cardenal ó Papa que la fe en Cristo Jesús, que es quien nos da la salvación a los que en él creemos y renunciamos a cuanto se guisa en los concilios, por intereses personales, políticos y económicos, que son la causa de que hasta los reyes se ven obligados a hincar las rodillas y besar las manos de pecadores como tú y yo.       
  
      Haciendo caso omiso a las enseñanzas de la iglesia católica, debemos de apartarnos de Cristo y de su  Palabra ya que la salvación la vamos a obtener por medio de misas, funerales, indulgencias, confesiones con sacerdotes, rosarios, visitas a santos y vírgenes y haciendo  buenas obras, ya que la obra de Cristo, por lo que nos dice la curia romana, no fue completa y tenemos que “pagar”  la salvación con nuestros dineros. ¡Perdónalos Señor; pues no saben lo que dicen, ni lo que hacen!

      Hablando de indulgencias, observamos que las mismas no fueron concedidas por cada obispo a los fieles de su propia diócesis, sino que al solidarse la organización jerárquica de la Iglesia se atribuyó al obispo de obispos – el pontífice romano – la facultad de conceder indulgencias, no para acortar el tiempo de excomunión de una iglesia local determinada, sino como promesa de perdón de Dios para toda clase de pecados particulares que cualquier persona hubiese cometido o tuviera el propósito de cometer; llegándose a publicar  en la Edad Media, tarifas para el perdón de pecados, aplicándose un precio en florines ó escudos  para cada pecado particular. Las indulgencias por méritos de guerra fueron un gran abuso todavía peor; sobre todo teniendo en cuenta que tales indulgencias eran concedidas muchas veces a criminales que se alistaban para perseguir y asesinar  a piadosos y cristianos evangélicos, calificados como herejes, creyendo redimir con nuevos crímenes de guerra santa sus antiguos crímenes y pecados de tipo común.

       Basta citar como ejemplo la bula del papa Inocencio VIII, dirigida desde Roma, en el año 1.476, a Alberto Capitaneis, nuncio de S.S. y comisario en los estados de Carlos, Duque de Saboya, contra los piadosos cristianos Valdenses, en la cual se lee textualmente: que los predicadores exciten a los fieles a extinguir esta peste por la fuerza y por las armas, y que todos los que se alisten, combatan y contribuyan a un exterminio tan santo, que los absuelvan de todas las penas, censuras y sentencias eclesiásticas.

       La bula también se concede a los cruzados, dispensa por todas las irregularidades que pudieran haber cometido. Recomiendan a los inquisidores que se arreglen con los que tienen bienes mal adquiridos, a condición de que los empleen en el exterminio de los herejes; agregando a los que combatieran contra ellos “una indulgencia plenaria y la remisión de todos los pecados que hubiesen cometido hasta la hora de la muerte”.

       Hace unos cuantos años, las misas que se celebraban por las almas de los difuntos, solamente se oficiaban individualmente. Una misa por difunto; pero al haber muchas solicitudes, el clero acordó aplicar una sola misa por varias almas; pero  pagaban todos los familiares como si se aplicara una misa por cada difundo. Concretando: Se decía una sola misa y se pagaban varias.  
   
      CULTOS A SANTOS E IMÁGENES.
      La iglesia católica continúa enseñando que los santos son mediadores entre los fieles y Dios.  Que debemos dirigirles oraciones y arrodillarnos ante sus altares para obtener sus favores. Que ellos toman complacencia al ver sus imágenes veneradas y adornadas con tesoros que valen millones, recompensando a los fieles, que no son mezquinos al tributarles ese culto.

      Que pueden venerarse imágenes de la bienaventurada Virgen y de nuestro Señor Jesucristo bajo nombres diferentes, estableciéndose así una especie de competencia entre imagen e imagen de la misma persona.

      La Biblia dice: No te harás para ti obra de escultura, ni figura alguna, de lo que hay arriba en el Cielo, ni de lo que hay abajo en la tierra: ni de las cosas que están en las aguas debajo de la tierra; no las adorarás ni les darás culto. Yo soy el Señor tu Dios. Exodo 20:2.

      Respecto a la intercesión de los santos dice: Hay un Dios y así mismo un mediador entre Dios y los hombres: Jesucristo hombre, -  S. Pablo 1º Timoteo 2:5  - y en ningún otro hay  salvación, porque no hay otro nombre debajo del cielo, dado a los hombres, en quien podamos ser salvos –S. Pedro en Hechos 4:12-.

      Es una gran necedad adorar como Dioses aquello que solo es materia vil, como son los ídolos. San Cipriano declara: ¿ Para qué postrarse delante de las imágenes? Eleva tus ojos al Cielo y tu corazón; allí es donde debes buscar a Dios. San Agustín dice: “Que no sea nuestra religión el culto de las obras hechas por mano de hombre. La única imagen que nosotros deberíamos hacernos de Cristo es tener siempre presente su humildad, su paciencia, su bondad, y esforzarnos para que nuestra vida en todo se parezca a la suya.   
     
      OPOSICION AL CULTO DE MARÍA.
      Epifanio (año 403) arguye contra una herejía llamada de los coliridianos; así llamados porque echando de menos la práctica idolátrica pagana que Jeremías denuncia, empezaron a tributar ese culto a la Virgen María, y dice: “Ella fue una virgen honrada por Dios; pero no nos fue dada para ser adorada, sino que ella misma adoró a Aquel que fue nacido de ella según la carne.” Cita Juan 2:4 y añade: “Esto dijo Jesús para que el pueblo entendiese que la Virgen era humana, y nada más. Porque si Cristo no quiere que los ángeles sean adorados, menos quiere que se rinda culto a ella que fue nacida de Ana… Dejad que María tenga honra y que solo Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo sea adorado.

       Es una ofensa para Dios que demos culto a María por que les haya interesado a unos señores hace muy pocos años. La citada veneración a María, no se encuentra antes del año 609. Entonces fueron formuladas muchas protestas por tal motivo, por los mejores cristianos.

      Ciertamente, la verdadera Virgen María, la humilde doncella de Nazaret; la que recibió con dulzura, sin mostrarse jamás ofendida, los aparentes reproches de su divino  hijo; la que se llamaba a sí misma “la criada del Señor”, no podemos imaginarnos que aceptara complacida la pomposa veneración de la que ha sido hecha objeto, de un modo tan general, dentro de la Iglesia Católica Romana, ni que se sustituya el nombre de Dios y el de su Divino Verbo por su humildísimo nombre de criatura humana. Hay que rendirse ante la evidencia. Si el Verbo y los apóstoles solo adoraban a Dios, ¿cómo somos tan atrevidos para ponerla por intercesora, por salvadora, por intermediaria etc. ¿Qué es lo que le queda a nuestro Salvador Jesús?

     ¿Apariciones ó sugestiones mentales de niñas?
     Según muchos autores católicos, las “supuestas” apariciones de la Virgen en Lourdes y Fátima pueden ser simples ilusiones subjetivas de la mente de los protagonistas, permitidas por Dios para dar lugar a las consiguientes manifestaciones de devoción religiosa. En tal caso, ¿qué valor tienen las palabras y “mensajes” de la Virgen y de los santos que los “videntes” suponen haber recibido?
      Recordamos bien, miles de españoles, la aparición de la virgen de la Bola, cuya farsa descubrió Antena Tres. Esta “nueva aparición, que se desmontó en pleno acto de la farsa, ya estaba recolectando una importante cantidad de pesetas para hacer una capilla y luego, como en otros lugares, vendrían incautos de todo el mundo a pedir milagros; pero Dios descubrió toda la trampa. Aquí también estaba metido el párroco del pueblo, que se hallaba al lado la confabuladora, cuando de su ropaje fue sacando, poco a poco una paloma blanca, bien domesticada, diciendo que era el Espíritu Santo. Recuerden: Ocurrió en el 2.003, si no me falla la memoria y ahí está la cinta en Antena 3. Así son muchas apariciones, que por cierto dan una fortuna a la iglesia; pero hacen un daño irreparable a millones de almas.

      ¿Qué importancia tiene el bautismo de un recién nacido?
      El bautismo es una institución Divina que debe ser respetada y que el mismo Señor Jesús nos dio un buen ejemplo, bautizándose a los treinta años, en el Río Jordán. ¿Es que Jesús no podía bautizarse cuando le pareciese mejor? ¿Por qué no se bautizó a los ocho días de su nacimiento, como hacen los católicos?

      La Iglesia Católica Romana dice: Hay que bautizar a los niños para limpiarlos del pecado original. Si el niño ó niña se muere antes de ser bautizados es seguro, según nos dicen, que la pobre e infeliz criatura la envían para el limbo (otro invento) a pagar el descuido de los padres.

      Nada, que nuestro Señor Jesús va de error en error. ¿Para qué dijo a los apóstoles: Dejar que los niños se acerquen a mí, porque de los tales es el Reino de Dios. Es natural que Jesús se pasara su vida de error en error, ya que no estudio filosofía, ni lenguas, ni teología. Solamente llegó a Maestro y no llegó a alcanzar la “grandeza” de obispos cardenales y menos de Papa. Nadie le llamó Eminencia, ni Excelentísimo, ni Reverendísimo, ni como a un humilde sacerdote que hay que llamarle Padre y poco importa que Dios nos haya dicho que solo tenemos un Padre en los Cielos.  Se quedó muy corto. Por eso hoy se le rinden todos los honores a su Santa Madre, en el Vaticano, en iglesias, en cuevas, y Jesús sigue PACIENTE.
                                                          
      ¿Por qué el celibato en la Iglesia Católica?
      La Iglesia Católica ordena: Que los ministros de la Iglesia deben permanecer célibes.

      Hay algunos moralistas católicos que enseñan abiertamente que si un sacerdote se casa peca más que si mantiene en su casa varias amantes, y que un sacerdote peca menos si fornica que si rompe su voto contrayendo matrimonio.

       Por mi experiencia como ciudadano que ya tiene sus años, me ha tocado ver con mis propios ojos que el mayor interés  que tiene la iglesia por mantener la prohibición del matrimonio es por intereses económicos debido, principalmente,  a que un cura casado lucha por sacar adelante su familia. Sus hijos comen, visten, tienen gastos y la esposa no se queda atrás y todo esto influye y repercute en la “bolsa” del obispado que recauda mucho menos. Yo he visto el “espolio” que han hecho con un sacerdote fallecido que, aunque no dejó una fortuna, los “recaudadores” del obispado, se llevaron todo cuanto tenía y su familia, incluyendo hermanos, se quedaron con las ganas,  pues antes del fallecimiento del mencionado cura, ya ataron, y bien atados,  los asuntos ó negocios del obispado.

      Hay parroquias que sacan buenos caudales debido a que se creen que té salvas por ofrendar a la iglesia y cuanto más das más segura es la salvación. Por otra parte, todos los curas ancianos van a pasar sus últimos años al retiro que la iglesia les tiene preparada, y como es natural, tanto la herencia familiar como la suya propia, adquirida en sus años de sacerdote, van a parar a las manos de las más altas jerarquías, para aumentar los caudales.

      Vamos a ver lo que dicen las Escrituras sobre éste tema:
      Es necesario que el obispo sea irreprensible, esposo de una sola mujer; sobrio, prudente, respetable, modesto; que sepa gobernar bien su casa; que tenga sus hijos en sujeción, con toda honestidad; porque el que no sabe gobernar su casa, ¿cómo cuidará de la Iglesia de Dios?
Asimismo, los diáconos sean esposos de una sola mujer, que gobiernen bien sus hijos y su casa. Pablo a Timoteo, 1ª Epístola 3:2, 8

      El primer concilio general que trató este asunto fue el de Niñea  (325); en él levantó su voz para protestar el obispo Paphnucio, fundándose en que una prohibición tal produciría grandes inmoralidades.

      Graciano testifica que muchos obispos de Roma (papas) eran hijos de sacerdotes.
      En efecto: San Bonifacio era hijo del presbítero Jocundo.
      El papa Agapito I, hijo del sacerdote romano Gordiano.
      Félix III hijo de un sacerdote del mismo nombre.
      El papa Silverio era hijo de san Hormidas, quien también llegó a ser papa.

      Los obispos romanos Bonifacio I, Félix III y Gelasco I se casaron legítimamente durante su sacerdocio.

      El concilio de Elvira, que se celebró en el año 305 en España, en su artículo 33 condena el celibato, disponiendo que el sacerdote que se abstenga de su esposa sea excluido del honor del clericato.

      Este canon concuerda con el sexto de los cánones apostólicos, que dice: El obispo ó el presbítero no deseche en manera alguna a su mujer propia, so pretexto de religión. Si la rechazara sea excomulgado.

      San Jerónimo decía que podía contar centenares de obispos casados.

      Los citados datos se indican como una pequeña muestra; pero se pueden llenar cuartillas, sin necesidad de citar inmoralidades de más calado.  

      Si Nuestros Señor hubiese querido que desde el papa hasta el más humilde de los curas fuese soltero, seguro que les hubiese dado el don de abstinencia; pero como vemos el casamiento no tiene nada de impuro, sino todo lo contrario; pero los hombres, “siempre los hombres” todo lo modificamos y cambiamos al Salvador del mundo por cualquier objeto extraño, como estamos viendo y comprobando por la idolatría, que confunde a las almas más desorientadas, por falta de conocimiento. Luego, no se conforman con dar un nombre y una figura, de acuerdo con el artista de turno, sino que a una misma virgen le dan miles de nombres y figuras, metiendo a los más incultos, en éstos temas, en tan grande confusión que hasta hay disputas entre creyentes, por creer que “mi virgen” tiene más poderes y otorga mayores beneficios que la tuya. ¡Esto es normal ante tanta confusión y fanatismo!
                                                                             
      Es indudable que el celibato, cuando es real, sincero, sin que nadie te obligue, como les ocurre a los sacerdotes, tiene sus beneficios, ya que hay almas que se entregan a sus semejantes de tal forma que dedican sus vidas a los demás, en residencias de ancianos, hospitales y llevando el Evangelio a donde haga falta. También es cierto que no todo lo que reluce es oro, ya que conocemos jóvenes que han tenido poca suerte ó éxito con los hombres y se meten a monjas; pero pasado un tiempo, cuando se presenta una buena oportunidad se casan.
      Observamos que tanto nuestro Señor Jesucristo como su célibe servidor y gran apóstol san Pablo, cuando recomiendan el celibato es siempre sin imposición de ninguna clase. “El que sea capaz de esto, séalo, dice Jesucristo;  Mateo 19:12 y el capítulo 7 de 1ª Coríntios es un extenso comentario a esta frase de nuestro Salvador, expuesto por el apóstol san Pablo. Al dejar este asunto, diremos con Eneas Silvio, que fue más tarde pontífice bajo el nombre de Pío II: “Si ha habido muy poderosas razones para prohibir el matrimonio a los sacerdotes, las hay más poderosas todavía para volvérselo a permitir”.
     Desgraciadamente éste papa no llegó a ser bastante consecuente consigo mismo, hasta el punto de modificar una costumbre tan fuertemente establecida en la Iglesia Católica cuando llegó al trono pontificio. Si sus palabras, pronunciadas antes de ser papa, hubiesen llegado a tener fuerza de ley, ¡cuántos disgustos, cuantas afrentas, cuantos escándalos se hubiese ahorrado la Iglesia Católica y, sobre todo, cuanto menosprecio y deshonra sobre la religión cristiana en general.
      Ahora, para vergüenza de la Iglesia, sigue la prohibición; pero son muchos los sacerdotes casados, desobedeciendo a la Iglesia; pero debido a la decadencia de creyentes y curas no tienen otro remedio que admitir los casamientos indicados.
      Ésta obligación ó imposición del celibato es un atropello más de la iglesia; pues por ser cura no se deja de ser hombre y ya vemos como, tanto mujeres como hombres casados tienen complicaciones con sus matrimonios y infidelidad, debido al deseo de otra mujer ú hombre, cuanto más un joven sacerdote que confiesa a una mujer sobre temas de sexualidad, que solo sirve para poner sus deseos carnales y lujuria al rojo, cayendo como es normal en muchas complicaciones para la familia del sacerdote de la mujer conquistada y para la propia iglesia.
      El Santo Evangelio dice:
      Escudriñad las Escrituras, en las que vosotros creéis tener la vida eterna, y ellas son las que dan testimonio de mí. Juan 5:39.
Mirar  que ninguno os engañe por filosofías  y vanas sutilezas según las tradiciones de los hombres….y no según Cristo. Colosenses 2:8.
      Y vosotros, ¿por qué traspasáis el mandamiento de Dios vuestra tradición…?. En vano me honran enseñando doctrinas y mandamientos de hombres.   Mateo 15:4-9.
      San Agustín Mártir, que murió en el año 177, afirmaba: “Cristo mismo nos enseñó que no debemos poner fe en las doctrinas humanas, sino en las que él y los profetas enseñaron”.
San Basilio Magno declara: “El anular cualquier cosa que se halla en las Sagradas Escrituras, o el introducir otra cosa cualquiera  que no está en ellas, es una apostasía de la fe y un crimen presuntuoso”.
        San Eusebio, en el Concilio de Nicea (año 325), en presencia de 318 obispos allí reunidos, exclamó: “Cread las cosas que están escritas; las cosas que no están escritas, ni penséis en ellas ni las examinéis”.
      San Cirilo, obispo de Jerusalén, dice: Ni aún el ínfimo de los santos y adivinos misterios de la fe deben ser trasmitidos sin las  divinas Escrituras. No me deis fe simplemente mientras os hablo de estas cosas, si no tenéis la prueba de que lo hablo por la Palabra Santa; porque la seguridad y la preservación de nuestra fe no son sostenidas por la habilidad de la palabra, sino  por la prueba de Santa Escritura.
      San Crisóstomo dice: “Pone en gran peligro la propia salvación aquel que ignora las Sagradas Escrituras. Esta ignorancia ha introducido el desorden y la corrupción de la Iglesia”.
      El célebre Orígenes, escritor del siglo III, dice: Nuestras aseveraciones y discursos no tienen ningún peso; las Escrituras son los testigos que no podemos recusar”.
      Todos estos santos citados y muchos más que dejamos de anotar, para no acabar con vuestra paciencia, eran católicos y fervientes creyentes; prueba de ello es que han sido hechos santos por la misma iglesia Católica Romana. 
    
      El Santo Evangelio dice:
      Escudriñar las Escrituras, en las que vosotros creéis tener la vida eterna, y ellas son las que dan testimonio de mí. Juan 5:39.
      Mirar que ninguno os engañe por filosofías y vanas sutilezas según las “tradiciones” de los hombres… y no según Cristo. Colosenses 2:8.
      Y vosotros ¿por qué traspasáis el mandamiento de Dios por vuestra tradición…?.
      En vano me honran enseñando doctrinas y mandamientos de hombres. Mateo 15:4-9
      San Justino Mártir, que nació en el año 177,  afirmaba: “Cristo mismo nos enseñó que no debemos de poner fe en las doctrinas humanas, sino en las que él y los Profetas enseñaron.
      San Basilio Magno declara: El anular cualquier cosa que se halla en las Escrituras, o el introducir otra cosa cualquiera que no  está en ellas, es una apostasía de la fe y un crimen presuntuoso.
      A pesar de estos testimonios tan claros acerca de la autoridad doctrinal de la Sagrada  Escritura, los teólogos católicos, para justificar la existencia de su Iglesia de prácticas de doctrinas paganas, cuyo origen no puede hallarse en las Sagradas Escrituras, arguyen que tales enseñanzas como la del purgatorio, la adoración a los santos, la supremacía papal, y otras muchas más, pudieron haber sido dadas de palabra por los Apóstoles y trasmitidas  por tradición a la Iglesia.
      Para que esto fuese cierto, serían necesario:

      Que tales doctrinas no estuvieran en contradicción con las enseñanzas de Cristo y sus Apóstoles consignadas en el Nuevo Testamento; pues cuando aún pudo haber habido  una ampliación oral, no es presumible que la doctrina enseñada de palabra por los Apóstoles  en ningún punto de contradicción con la doctrina que nos dejaron escrita.

      Sobran argumentos con fundamento para desmontar todas las mentiras y falsedades de la Iglesia Romana pero;  ¿para qué extender más?

      SUCESION APOSTÓLICA,  MAS LA “INFALIBILIDAD” DEL PAPA.
      Dice la Iglesia Romana: Que el Señor Jesús, en las palabras dichas al apóstol san Pedro: Tú eres Pedro, y sobre ésta piedra edificaré mi Iglesia…, y a ti daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que ligares en la tierra, será ligado en el cielo, (Mateo 16:18)
hizo a este santo Apóstol cabeza de la iglesia, lo cual implica, necesariamente, otorgarle el don de la infalibilidad.

      San Pedro fue el primer papa en Roma y traspasó esta dignidad a un sucesor, con el privilegio con el don de que su infalibilidad se perpetuara a través de los siglos.

      ¿QUE DICE EL EVANGELIO SOBRE ESTOS APAÑAMIENTOS Y ARREGLOS?
      A nadie llaméis Padre vuestro sobre la tierra; porque uno es vuestro Padre que está en los cielos. Ni os llaméis maestros, porque uno es vuestro Maestro, el Cristo, y todos vosotros sois hermanos. (Mateo 23:9,11)

Todo lo que ligares en la tierra, será ligado en el cielo, soberbias que se pretende fundar la infalibilidad, son una promesa hecha, no solamente a san Pedro, sino a todos los apóstoles.(Juan 20:23)  En verdad os digo que todo lo que ligarais, (plural) sobre la tierra, ligado será también en el cielo; y todo lo que desatareis, sobre la tierra, desatado será también en el cielo. Además, os digo que si dos de vosotros se convinieren sobre la tierra de toda cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre que está en los cielos; porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy en medio de ellos. (Mateo 18:18,20).

      San Pedro no fue considerado como superior ó papa por los demás Apóstoles; pues poco tiempo después de haber pronunciado Nuestro Señor las palabras que han adoptado los obispos de Roma para tratar de probar su primacía, los propios discípulos estaban disputando cual de ello sería el mayor; pero Cristo, que tantas veces solía repetir  sus enseñanzas cuando estas no eran bien comprendidas, no pone fin a la disputa diciendo: “Ya os he declarado que Pedro ha de ser el jefe”, sino que, poniendo un niño entre ellos, afirma que el primero será el que sea más humilde. (Mateo 18:4) 

      Las mentiras jamás se sostienen; Cristo es el único poseedor de toda la VERDAD.
                                                                                                                            
      Pedro jamás fue Obispo de Roma y por tanto no pudo designar sucesor.
      Para poder afirmar el dogma de la supremacía e infalibilidad papal, serían necesarias tres cosas:

      1ª Que el Señor Jesucristo hubiese indicado que los privilegios dados Pedroo, fueresen transferidos   a otras personas 
                                                                  
       2ª Que Pedro hubiese ejercido durante un largo tiempo el obispado de Roma.

      3ª Que hubiese nombrado un sucesor, en documento conservado hasta nuestros días, o del cual tuviésemos noticias por testigos fieles contemporáneos del gran apóstol.

      Pero nada de esto encontramos en el Nuevo Testamento, ni en la Historia de la Iglesia.

      Jesucristo no dijo ni una sola palabra acerca de la transmisión de aquellos privilegios, concedidos en recompensa a la fe de su gran discípulo.

      Sus promesas tienen netamente un carácter personal. ”Tú eres Pedro”. A ti daré las llaves….etc”. ¿Por qué no habla Cristo de "sucesión”? Porque el privilegio de Pedro era exclusivo. Nadie más que él podía abrir o inaugurar la era de la gracia en el mundo, como lo hizo el gran Apóstol en el día de Pentecostés.

      No existe prueba alguna histórica de que Pedro ejerciera el cargo de obispo de la Iglesia de Roma por 25 años, como pretenden los católicos, ni mucho menos. Todo lo que dice la Iglesia Católica acerca del pontificado de san Pedro en Roma, se basa en una tradición posterior en 120 años a la muerte del gran apóstol, en la cual se afirma solamente que murió juntamente con san Pablo  en aquella ciudad.

      Según los Hechos de los Apóstoles, san Pedro se quedó en Jerusalén  después de la muerte de san Esteban. San Pablo diecisiete años después de su conversión (que no ocurriría sino algunos años después de la muerte de Cristo), encontró al apóstol san Pedro ejerciendo todavía su ministerio en aquella ciudad (Gálatas 1:18  y 2:1).

      Entonces convinieron los dos grandes apóstoles, junto con Jacobo y Juan, que san Pedro llegase a ser el obispo de una iglesia gentil, menos que lo fuese durante 25 años, ya que para ello no solamente habría tenido que faltar a lo pactado con san Pablo, sino que su muerte debería haber ocurrido por lo menos 2 años más tarde de la fecha en que la tradición dice que murió.

       Existe una primera epístola del apóstol Pedro, escrita en edad avanzada, en la cual el propio apóstol  se declara residente en Babilonia. (1ª Pedro 5:13 )  Algunos comentadores católicos han pretendido con éste nombre trataba de ocultar el de Roma.

      Por lo expuesto, sin citar muchos versículos y otras citas, para no alargar éste asunto, se deduce que  se sacan las siguientes conclusiones:

      1º Que san Pedro nunca fue obispo de Roma, y que su pontificado de 25 años, es una mera leyenda ya que no existen pruebas históricas de que él estuviera, no 25 años, sino ni siquiera una semana, ejerciendo el pontificado en aquella ciudad; y, en cambio, nos vemos abrumados de hechos que lo contradicen.

      2º Si se quiere conceder alguna veracidad a la tradición de que san Pedro murió, juntamente con san Pablo, sobre el monte Tíber, en el año 67, sin que dicha tradición  se halle en contradicción con los documentos apostólicos, tenemos que suponer que Pedro fue llevado preso a Roma muy poco antes de la fecha de su muerte; y que el encuentro entre los dos grandes apóstoles fue una gran sorpresa para que ambos en aquel memorable día, en que iban a morir juntos.

      3º Si san Pedro no ejercitó el pontificado en Roma, mal podía nombrar como sucesor  suyo a un obispo de aquella ciudad.

       Lo más seguro es que no lo hizo en aquella ciudad ni en parte alguna; pues el título de Jefe Universal de la Iglesia es el gran apóstol de los judíos  (Gálatas 2 : 8 ) no lo pretendió jamás, ni ningún cristiano de su tiempo se lo atribuyó, en modo alguno.

      Cuando Jesús le dijo a Pedro: Tú eres Pedro, y sobre ésta piedra edificaré mí Iglesia hay que entender y comprender que la única piedra a la que Jesús se refiere es las palabras de Pedro, a la fe demostrada por Pedro, cuando le dijo: Tú eres  Cristo el Hijo de Dios vivo. 

      San Cirilo de Alejandría, en su 4º libro sobre la Trinidad dice: Creo que por la roca debéis de entender la fe invariable de los apóstoles.

      San Juan Crisóstomo en su homilía 55 comentando san Mateo: “Sobre ésta roca edificaré mi Iglesia. Es decir, sobre la fe de su confesión. Ahora bien, ¿cuál fue la confesión del apóstol? Hela aquí: “Tú eres Cristo, el hijo  de Dios vivo. 

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