sábado, 27 de agosto de 2011

MIS SUEÑOS

Todo el día estoy pensando -en Cristo mi Salvador-

más la noche es turbulenta, cuando sueño con dolor.
¡Hay noches que son desiertos, en la plena oscuridad!
¡Hay noches que vivo muerto, cuando sueño con maldad!
¡Hay noches que estoy  temblando, en la plena soledad!
¡Hay noches  que son engaños, muy lejos de la verdad!
¡Hay noches que me atormentan; pero no son vanidad!
¡Hay noches  -que tristes noches- que yo las quiero olvidar!
El malvado que me ataca sabe que está bien perdido,
ya que lucho con la Espada de mi Rey, que le ha vencido.
Esa Espada victoriosa, con su Escudo bien armado,
vence siempre al enemigo, que se siente derrotado.
¡Oh! -Yo no sé dijo la noche- como sabes mis secretos,
y  puedes  derribar  muros,  e incluso  parapetos!
Por las noches, Satanás, siempre hace sus correrías,
vistiéndose con disfraces que son su gran osadía..
¿Qué es lo que pasa Señor, en estas noches extrañas?
¿Por qué perturbas mis sueños, maligno como la araña?
¿Sabes que estoy vacunado, con la Sangre más Divina,
y no me vas hacerme daño, ni  me puedes causar ruina?
La  noche  es oscuridad,  donde  reinan  las  tinieblas;
mirar que casualidad,  ¡cuando salen las estrellas!
Nuestro enemigo es  sagaz, muy astuto y rencoroso,
y entra en las mentes vacías, con su control borrascoso.
Los sueños son un misterio que yo quiero descubrir.
¡Oh que sueños,  y  que noches me están haciendo vivir,
por torpezas de otros tiempos, que no supe discernir!
No hay que abrir ni una rendija. Siempre la puerta cerrada,
para que no entre la brisa, por si viene envenenada.
El ladrón  siempre vigila,  controlando  movimientos,
para atacar a  su  presa  y  llevarla  a  los  desiertos.
Yo me siento  protegido; pero  esperando  zarpazos,
que pueden hacernos daño, por meses y hasta por años.
Siempre, al llega la noche, bueno  -yo no espero nada-
Mas necesito caricias como nos dan las amadas.
Tenemos  que ser muy fieles, jamás con alma manchada,
por tantas  y  tantas  cosas, que  no  sirven  para nada.
Sobre mi cama mullida, me atacan sin compasión;
¡pero yo sé defenderme de ese proscrito ladrón,
que  va destruyendo vidas;  pues tiene mal corazón!
Yo siempre, cuando me acuesto, pido ayuda a mi Señor,
el único con poder, que es el Dios que nos Salvó
de ese dios aterrador,  de  las almas que se arrastran
y  van  a  la  perdición,  por  no  aceptar a mi Cristo,
el que por todos  murió.


Cecilio García Fernández

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