sábado, 6 de agosto de 2011

SABER

Entré donde no sabía
lo que se estaba cociendo;
pero, por lo que yo olía,
se me abrió el entendimiento.

No sabía dónde entraba;
más, cuando yo allí me vi,
casi todo lo ignoraba;
pero yo no me salí.
Ignoro lo que sentí.
Para mí, todo era nuevo.
y por eso quedé allí.

Me hablaban de cosas nuevas,
para mí desconocidas,
que iban calando en mi alma,
y cicatrizando heridas.
Todo en mi era atención,
con poco discernimiento;
pero yo aprendía mucho,
y me dejaban contento.

¿Pero, que me llevó allí?
-estaréis preguntando-.
Pues saber que hacía mi hijo,
que me estaba preocupando.
Él iba con gran frecuencia;
pero yo, siempre ignorando.
Más, lo tomé con paciencia;
Y yo le estaba observando.

Cuando el culto terminó,
me quedé muy satisfecho.
Como pensaba otras cosas,
esto lo di por bien hecho;
pues de un culto se trataba,
explicando el Evangelio.
Yo todo esto lo ignoraba,
lo digo; no hay más remedio.

Luego quise comprobar
en diversas ocasiones,
si siempre se hablaba así,
en aquellas reuniones.
Siempre hablaban diferente;
pero siempre con razones,
y yo dije, para mí:
¡Vivo con más ilusiones!

Entré, donde no sabía;
pero luego fui aprendiendo,
que Dios no es como lo pintan,
porque yo lo llevo dentro.

Mi vida iba cambiando;
pero siempre, poco a poco.
La palabra iba entrando,
y mi luz iba alumbrando,
como lo hace el mejor foco.
Ésta Palabra es Divina.
Sin ella termino loco.

Luego me vino la paz,
que es la esencia más perfecta.
No busques la soledad,
ni andar de forma incorrecta.
Debemos de perdonar
por grande que sea la ofensa.
Pero lo primero amar.
Luego va la recompensa.

No puedes amar a Dios,
si no hay paz con tu vecino,
ya que, no hablarse entre dos,
es el mayor desatino.
Hay que saber perdonar,
por mucho mal que recibas.
Nos debemos renovar,
para sanar las heridas.

Y es tan alta esta excelencia,
que nadie va comprender,
que el amar, no es una ciencia;
y no se puede aprender.
El amor viene de Dios,
cuando ya existe armonía.
y esto existirá entre dos,
con toda la garantía.

Si me queréis leer,
con mucho amor y paciencia,
yo os quisiera decir,
que andemos en obediencia;
pues nadie va resistir,
el vivir sin la clemencia.
Lo tengo que repetir:
Andar siempre en obediencia.

Salinas, 25 Marzo 2.000

Cecilio García Fernández.
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