La lengua es un arma cruel
que destroza muchas vidas,
que ahora viven consumidas,
por el dolor, consecuente,
fruto, por ser vil la gente,
que no saben lo que dicen;
pero siempre se maldice,
la verdad del inocente.
El Creador de la lengua
nos mandó ser muy prudentes,
y en sus Palabras vigentes;
dice que no me inmiscuya,
en mis cosas, ni en las tuyas,
pues las vidas son sagradas,
igual que nuestras moradas,
y sus palabras son tuyas.
Un corazón que está lleno
de envidias y de rencores,
desconoce los dolores,
que está causando su lengua,
que crece; pero no mengua,
por no conocer a Cristo,
que me sacó del abismo,
pues yo viví con flaquezas,
y cometí mil torpezas;
mas me libró del abismo.
De lo que abunda en la mente
y en el propio corazón,
nuestra lengua, sin razón,
dispara cual metralleta,
y a la vecina le inquieta,
tanta palabra maldita,
que todo lo que suscita,
es sufrimiento, que inquieta.
Para tener opiniones
que puedan prevalecer,
es muy sano conocer
palabras que sean eternas,
y que vengan de las ternas,
de la Santa Trinidad ,
exenta de la maldad,
mucho ante de las cavernas.
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