viernes, 5 de agosto de 2011

SEDIENTOS DEL MAL

   Naciones, puebles, estados,
y religiones también,
procuran hacer el mal
porque no aprecian el bien.

   Llegan sedientos al río
y ven las aguas correr,
y dicen: ¡Menudo lío!,
¿Quién me calmará la sed?

   Perversidades malditas
como violar inocentes,
morir niños por el hambre,
hoy son cosas muy frecuentes.
  
   Almas necias, corrompidas
solo por pura ambición,
andan solas, pero unidas,
allí donde hay corrupción.

   Prostitutas, a la fuerza,
y otras solo por pasión,
son almas que viven muertas;
pero tienen solución.

   Quien esté limpio, por dentro,
que no juzgue con rigor;
hoy ”puede” soplar buen viento
y mañana gran dolor.

   Todo aquel que come un fruto
que está verde y bien prendido,
aunque crea ser astuto,
le amarga, al ser mordido.

   No comas el fruto verde
porque causa indigestión,
y al necio que venga a verte
nunca le des la razón.

   Caminemos por la vida,
en busca de la Verdad;
y ella curará la herida
de nuestra gran vanidad.

   Busca por todas las partes
agua que quite la sed,
y luego, jamás té apartes,
porque de ella has de beber.

   Hombres necios - sin razón-,
destruyen el universo,
son de falso corazón,
aunque te lo digo en verso.

   Sube la temperatura,
sube el nivel de los mares;
pero sube más la usura
del que ambiciona caudales.

   Hoy todos tenemos “coche”,
lavadora y lavaplatos,
buenas luces por la noche
y secadora de trapos.

   ¡Ay del pobre sin fortuna
que para poder beber
no tiene ni una laguna
para quitarse la sed!

   Del fruto que da la tierra
ha de ser bien repartido,
sino, ya tenemos guerra.
No hay que echarlo en el olvido.

   Si yo niego el agua al pobre
es fácil de comprender,
que con el pan que me sobra,
no sé ni lo que de hacer.

   La ambición es desmedida,
el egoísmo también,
la avaricia es una herida
que jamás se cura bien.

   Soy la Verdad y el Camino-
dijo el Divino Maestro-
todo el que beba Su vino;
ha de reconocer esto.

   Si no seguimos a Cristo
perdamos toda esperanza,
quien solo cree lo visto,
solo pensará en su panza.

   Sin mí, ha dicho el Maestro,
nada  poder hacer,
y estas palabras te muestro;
con el mas sumo placer.

Cecilio García Fernández.


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