Los afanes de mi vida
no son afanes de Dios,
y lo sabemos los dos,
y con esto ya hay bastante;
pues todo buen caminante,
debe ir siempre con Dios.
Él nos mostró Su camino;
¿Más, quién quiere caminar?
Muchos prefieren volar
cual ave que se estremece,
pues va donde le apetece,
por la tierra y por la mar.
Nos han marcado un camino
para andar en obediencia;
más no creas que la ciencia
puede cambiar mi destino,
porque sé que el desatino,
trae malas consecuencias.
Sí un insecto volador
conoce bien su camino;
¿Por qué yo no determino
con absoluta certeza?
El hombre con su torpeza,
no puede amar al vecino.
¿Por qué nos domina el odio
el orgullo y las flaquezas?
Perdemos nuestras cabezas
porque no existe el amor,
que es la causa del dolor,
de la amargura y las quejas.
Si no amamos la familia,
¿Qué nos darán a nosotros?
Si actuamos como potros,
rompiendo y saltando vallas,
allí por donde tú vayas,
te van a mirar muy pocos.
Si tú estás sembrando nabos,
¿Recogerás remolachas?
y si no cortan las hachas,
¿No las tendrás que afilar?
Siempre es más sano limpiar,
que andar entre cucarachas.
Sí nuestro comportamiento
imitara al de la hormiga,
no se tiraría una miga,
y el hambre desaparece,
y el mundo no se estremece,
ni tendría más fatiga.
Si los amigos son fieles;
¿Por qué con traiciones?
Sé que no existen razones
que me puedan convencer;
más sé, que Dios manda hacer,
las cosas, con sus razones.
Conociendo su Palabra
andamos con rectitud;
pues la Palabra es la Luz
que guía los corazones,
y nos sobran mil razones
para defender su Cruz.
Tenemos un Sol que brilla
y unas aguas transparentes,
y alimentos para gentes
que se están muriendo de hambre,
los hay con muchos calambres,
y el mundo no se estremece.
¡Que se detengan las guerras!
¡No inventar para matar!
inventar, para curar
allí donde hay sufrimiento,
y no me decir, que miento
porque mentir, es pecar.
Un país que yo conozco,
siembra guerras por el mundo,
más Dios -si no me confundo-
inundó su territorio,
y aquello fue un velatorio
porque el viento fue iracundo.
Un gobierno tan soberbio,
sufrió gran humillación,
pues no ayudó a su nación
cuando estaba pereciendo,
y hoy el mundo lo está viendo
como gran desolación.
Huyamos de la soberbia,
y busquemos la humildad,
porque la gran vanidad
trae malas consecuencias.
Luego vienes las dolencias;
más no por casualidad.
El que a buen árbol se arrima,
buena sombre le acompaña;
más no metamos cizaña
y hablemos de cosas justas;
y que nadie use las fustas,
pues no estamos en campañas.
Cecilio García Fernández.
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