jueves, 4 de agosto de 2011

TODOS PARTIMOS

¡
Cerramos los ojos
que estaban abiertos;
nos queman los cuerpos,
porque ya están muertos.
Los que quedan gritan;
ó guardan silencio;
se quedan llorando
por el gran tormento.
Todos nos marchamos;
¡que triste lamento,
para los que quedan
en un mundo muerto!
¿Para dónde vamos?
-preguntan los inciertos-.
¡Sé terminó todo!
¡No somos eternos!
¿Aquellas cenizas
para que las quiero?
¿Para esto he vivido?
¡Yo ahora no veo!
Si todo es obscuro;
todo es un tormento.
¡Antes yo reía,
ahora me lamento!
No me hablaron claro,
ó yo estaba ciego;
pues hay esperanza,
que llega del Cielo.
¿Por qué me engañaron
igual que a un cordero?
Creía en los curas,
que hablan de los cielos.
Los curas son hombres
y no son corderos;
buscan sus miserias,
muy al ras del suelo;
luego llegas tarde.
¿Quién llega el primero?
Llegan los de Cristo,
¡el gran fiel Cordero!
que donó su Sangre
y ahora está en el Cielo,
al lado del Padre,
que es Dios verdadero,
que pide muy poco
por ir a ese Cielo,
porque ya está pago,
por el buen Cordero  
Cerramos los ojos
que estaban abiertos;
nos queman los cuerpos,
porque ya están muertos.
Los que quedan gritan;
ó guardan silencio;
se quedan llorando
por el gran tormento.
Todos nos marchamos;
¡que triste lamento,
para los que quedan
en un mundo muerto!
¿Para dónde vamos?
-preguntan los inciertos-.
¡Sé terminó todo!
¡No somos eternos!
¿Aquellas cenizas
para que las quiero?
¿Para esto he vivido?
¡Yo ahora no veo!
Si todo es obscuro;
todo es un tormento.
¡Antes yo reía,
ahora me lamento!
No me hablaron claro,
ó yo estaba ciego;
pues hay esperanza,
que llega del Cielo.
¿Por qué me engañaron
igual que a un cordero?
Creía en los curas,
que hablan de los cielos.
Los curas son hombres
y no son corderos;
buscan sus miserias,
muy al ras del suelo;
luego llegas tarde.
¿Quién llega el primero?
Llegan los de Cristo,
¡el gran fiel Cordero!
que donó su Sangre
y ahora está en el Cielo,
al lado del Padre,
que es Dios verdadero,
que pide muy poco
por ir a ese Cielo,
porque ya está pago,
por el buen Cordero. 
¡Que triste final,
-que triste misterio-,
que triste es la vida
cuándo no hay remedio!
¡Dios mío que solos
se quedan los muertos!
¡Que noches oscuras,
y cuantos tormentos!
Somos solo polvo.
Ya no existe Cielo.
¡Eso no es posible,
creerlo no quiero!
¡Me hablaron de Cristo,
y yo en Cristo creo;
pues trajo la Vida
y ya no me muero!
¡Yo tengo esperanza
puesta allá en el Cielo,
porque aquí en tierra
se ha muerto un Cordero,
que pagó mis culpas,
y ahora ya no temo!
¡Gracias por Tú vida
mi fiel Compañero!
Llegó la alegría,
se ha roto el silencio,
se curan heridas,
que estaban muy dentro,
por causas extrañas,
que yo no comprendo,
pero están curadas,
ya no hay más tormento.
¡Salvan Sus Palabras
que llegan del Cielo,
escritas con Sangre
de nuestro Cordero,
que venció la muerte
para el mundo entero!
¡Alábenle todos
que es nuestro Cordero,
que murió sangrando
sobre aquel madero,
y nos llama hermanos!
¿Pero qué más quiero?
¡Dios mío del alma
 ahora ya no peco;
porque soy de Cristo
nuestro fiel Cordero!

Cecilio

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