viernes, 5 de agosto de 2011

¡MALTRATAN LOS NIÑOS!

      ¡No maten más niños!
¡No causen más penas!
Que lleguen a viejos
aunque con cadenas;
más no maltratarlos;
son almas eternas,
siempre protegidos;
por personas buenas.
Que los alimenten.
No hacerles faenas,
que ya de mayores,
 irán a las guerras,
pues los ambiciosos
no entran en peleas,
ellos pagan parias;
pero habrá condenas
por que la justicia
es justa y eterna.
      Dejar a los niños
que juegan y sueñan,
diviertan abuelos
que padecen penas,
que son maltratados
y arrastran cadenas
que son como cruces
que jamás son buenas
pues huelen a muerte,
por cumplir condenas.
      Que los niños canten,
que los niños lean,
que jueguen al coro
y a la “pita ciega”,
que nos cuenten chistes
con su cara tierna,
que den alegrías
y huyan de las penas,
que no los exploten
cortando la leña,
que los quiero alegres,
risueños, sin penas,
pues no hay más infancia,
y pasan sin verla.
      La historia de niños
siempre son pequeñas;
pues son unos años
de alegrías  tiernas,
que juegan con todo,
lo que tienen cerca;
pues todo lo imitan
y todo lo “pescan”;
pues son avispados,
como las abejas.

      Tienen labios tiernos
y cuando nos besan
son como caricias
que todos aprecian;
pues son inocentes
que piden clemencia;
pero hasta los violan
hombres sin conciencia,
hombres pervertidos,
hombres con creencias,
hombres corrompidos
por esa indecencia
que hoy se practica
con tanta insolencia,
con tanto descaro,
con tanta frecuencia,
que causan hastío
porque no hay clemencia.
      Quien maltrata a un niño
que pague su pena;
¿Pero existe precio?
Pero existen penas,
porque Dios es justo
y tiene condenas
para quien maltrata
criaturas buenas.
Jesús ya lo dijo:
hacer cosas buenas,
no maltratar niños,
que hay penas severas.
¡Nos rompen el alma!
¡Dios pondrá condenas!
Pensar lo Divino.
Pensar como piensas
es un desatino.
Es ir contra el viento,
es no hilar muy fino,
es perder el tiempo,
un tiempo elegido
para disfrutarlo
y no maldecirlo,
porque el tiempo pasa,
y es triste decirlo,
más paso que avanzas
hay que bendecirlo,
pues nos queda poco,
para despedirnos.
¡Cuántas veces lloras
y pierdes el tiempo!
Cuantas veces gozas
cuando sopla en viento,
cuantas veces gimes,
y no te comprendo.

Cecilio García Fernández

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