La santa pobreza
nunca es agonía,
mas nadie la quiere
- alguien me decía -,
pues nos hace esclavos
de las tiranías.
Muchos pobres mueren,
que cruel ironía,
arrastran sus llagas
a la luz del día,
¿y quién los socorre?
- y yo respondía- ,
no quiero saberlo,
revuelvo mi herida.
Las miserias tuyas
son miserias mías;
por que a mí me sobra,
hasta cobardía.
¡Se mueren las plantas
por la gran sequía!
No pueden regarse
con lluvias tardías.
La tierra es bendita
desde el primer día;
pero el egoísmo
la destruiría.
Y crece el desierto,
en la lejanía.
Pero hay abundancia
muy mal repartida,
por una ambición
que es muy desmedida.
Y dicen, - yo creo -
¿pero en quien creían?
Creen lo que palpan,
yo les respondía.
Creen en la plata
y en la platería.
No ven las miserias
ni su hipocresía.
Antes los ancianos
en casa morían
junto a sus queridos
que les recogían,
por quemar sus fuerzas,
cuando las tenía;
mas hoy, hay flaquezas,
y hasta altanería.
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