En varias ocasiones, hablando con personas que han leído alguno de mis versos, suelen decirme que les gustaría tener la fe que yo tengo. También hay quien me critica por haber dejado la fe que tenía en el Catecismo de mi infancia, que fue el que me llevó a ser un ateo, ya que jamás entró en mi humilde cabeza que yo tenía que decir a otro hombre mis pecados, y que un hombre, por mucha teología y filosofía que haya estudiado, no está autorizado, ni capacitado por Dios, para perdonar pecados, ya que por medio de la confesión nos humillaban a los niños y a los mayores, haciendo preguntas vergonzosas, especialmente sobre el sexo. Luego nos ponían largas penitencias, que consisten en repetir varios rezos, según su criterio. Por supuesto que muy pronto dejé de creer en dichas confesiones y, naturalmente, también dejé de creer en todo cuanto me decían. Dios es el único que perdona nuestros pecados, y sin necesidad de mencionárselo uno por uno, ya que el pecador conoce una parte; pero cometemos muchos que no conocemos. Lo que el Señor quiere es nuestro sincero arrepentimiento y que le pidamos perdón; pero penitencias no pone. Él perdona y para siempre. Luego cuando tenemos un desliz, sí hay que pedirle perdón. Jesús dijo: El que en mí creyere será salvo. Dios nos dice en su Palabra, que él no habita en edificios de cuatro paredes, y yo, en mi ignorancia, cuando entraba en un templo me sentía con temores. Ahora sé que a Dios lo puedo y debo adorar en todo lugar y momento; pero siempre con palabras que salen de mi corazón, no palabras que otro hombre me haya redactado. Incluso el Padre Nuestro que Jesús nos enseñó, a requerimiento de los Apóstoles, es como enseñanza, ya que si estamos repitiendo esta hermosa oración, termina por ser una rutina que carece de valor. Esto sería entonces equivalente a “rezar”, que según el Diccionario de la Lengua , entre otras cosas, dice: Recitar el oficio divino, decir ó decirse en un escrito una cosa. Refunfuñar, Jesús nos enseñó a orar y él oraba muchas horas. Orar es hablar con el Padre, como quien habla con un amigo, en el que cree y confía.
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