jueves, 11 de agosto de 2011

¿RELIGIÓN, O EVANGELIO? -lOS DOS JUNTOS NÓ-

Arrepentíos y creed en el Evangelio. (Marcos 1:15)  El hombre no es justificado por sus propias obras, sino por la fe de Jesucristo (Gálatas 2:16).


    Existen muchas religiones; pero un solo Evangelio. La religión es obra del hombre; el Evangelio es don de Dios. La religión es lo que el hombre hace para Dios; el Evangelio es Dios haciendo todo por el hombre. El hombre con su religión se está engañando a sí mismo, porque Dios no acepta la religión. El hombre sin el Evangelio está perdido, no tiene salvación. La religión es el hombre pretendiendo buscar a Dios; pero no le encuentra. El Evangelio es Dios buscando al hombre. La religión consiste en que el hombre suba la escalera de su propia justicia; el Evangelio dice que Dios bajó mediante la encarnación de Jesucristo para encontrar en el escalón más bajo a pecadores tales como nosotros. De esto no hay duda, hasta  los libros de historia lo manifiestan.

     La religión “pretende” manifestar la buena voluntad del hombre; pero es imposible engañar a Dios, por muchos gestos y reverencias que hagamos en los cultos, con manos unidas y e inclinaciones de cabezas, todo fingido, ya que al salir del culto volvemos a ser lo que somos; el Evangelio es la buena nueva del amor de Dios.

    La religión reforma lo exterior, como he dicho; pero el Evangelio  transforma lo interior del hombre.

    La religión blanquea la superficie, trata de ocultar la suciedad que tenemos; pero el Evangelio produce el nuevo nacimiento, cambia los malos hábitos y costumbres por otros buenos, que es la verdadera vida que agrada a Dios; pero desagrada al mundo. El Evangelio es “poder de Dios” para salvación a todo aquel que cree. (Romanos 1:16).

     Jesús vino y anunció las buenas nuevas de paz a vosotros que estabais lejos. (Efesios 2:17).¿Cuál es esta buena nueva?. Se trata del amor de Dios y de la salvación que él ofrece a los hombres por medio de Jesucristo. El hombre no está solo, ni dejado de sus propios recursos, pues Dios le tiende; pero es necesario creer en el Hijo, en Jesús, acompañado de arrepentimiento, lo que se llama “nuevo vida o nacimiento”. Todo aquel que cree en el Hijo y se arrepiente recibe el perdón de sus pecados y por tanto recibe la salvación. Nuestra fe es la plena  confianza de que tenemos un Salvador vivo.

     La cuestión de la existencia de Dios no es un tema que podamos tratar a la ligera, pues acarrea consecuencias revolucionarias en nuestra escala de valores. Lo primordial ya no es saber con qué rapidez se deteriora la capa de ozono, ni quién ocupa el primer lugar en tal o cual deporte, o qué partido político ganará las próximas elecciones, sino ¿qué será de mi vida frente a Aquel que la creo?

     El tiempo está contado, disponemos de una sola vida de la que, según las Escrituras, deberá de dar cuenta a Dios después de la muerte. ¿Cuál será el destino que nos está reservado, pues “está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio”?. (Hebreos 9:27). Para Dios, que es santo, el más mínimo pecado es un abismo que separa a los hombres eternamente de él. Solo la sangre de su Hijo Jesucristo, quien expió nuestros pecados, puede purificarnos. Para que esto se cumpla en cada ser humano, es necesario creer en él de todo corazón.

     Por medio de la sangre de Cristo derramada en la cruz veamos algunas de las virtudes que borra nuestros pecados:

     Perdonados: perdón y redención por su sangre, según las riquezas de su gracia. (Efesios 1:7)
     Lavados: “nos lavó de nuestros pecados con su sangre” (Apocalipsis 1:5).
     Purificados:  “la sangre de Jesucristo, su hijo, nos limpia de todo pecado” (1 Juan 1:7)
    Justificados: “en su sangre, por él seremos salvos” (Romanos 5:9)
     Comprados: “con su sangre nos ha redimido para Dios” (Apocalipsis 5:9) (Corintios 6:20)
     Reconciliados con Dios, mediante la sangre de su cruz”  (Colosenses 1:20)
     Introducidos en la presencia de Dios  (Hebreos 10:19).
     Liberados de la esclavitud del diablo: “fuisteis rescatado”….. (1 Pedro 1:18-19).
     Santificados, es decir, puestos aparte, para ser consagrados a Dios, por medio de la    sangra en la cual fuimos santificados. (Hebreos 10:29).

     Escudriñar las escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí; y no queréis venir a mí para que tengáis vida. – dijo nuestro Señor Jesucristo–.

    ¿Cómo es posible que seamos tan necios poniendo la fe en imágenes construidas por  artesanos, por mandato de hombres pecadores como lo somos todos, y se siga despreciando  la Palabra de Dios, por la que tantos han muerto en la hoguera?.

                                                               Cecilio García Fernández.

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