¡Que triste soledad, que nos deprime!
¡Que mala compañera todo el día,
que doblega, incluso al más valiente;
pues nos despoja del valor y la alegría!
Pobre del hombre que sufre abandonado,
cautivo siempre de su melancolía,
por una soledad que le ha ordenado,
morirse lentamente en su agonía.
.
Se deshojan las hojas otoñales,
del amor que es aroma de la vida;
pues descubre en su espejo ennegrecido,
el triste rostro marcado por su herida.
Hoy lamentas tu juventud desperdiciada
por no saber que el tiempo pasa para todos,
y si no miras, al Dios Eterno de la Vida,
nos revolvemos en nuestros propios lodos.
Las hojas viejas de la vida se marchitan,
y nuestra pobre nave pierde el rumbo,
aunque sean muchos los que hoy a ti gritan
para que dejes de andar, de tumbo en tumbo.
Hoy tu dolor, te hunde en lo profundo,
y tus amigos ya te han abandonado.
Hay que saber vivir, con otro rumbo,
olvidando este mundo marginado.
Hay que pensar: qué hacemos en el mundo,
si olvidamos al Dios Eterno y Creador,
y andamos como ciegos y sin rumbo,
obedeciendo a un hombre. pecador.
Recurre a Cristo que ha muerto en un madero,
para pagar por tantos pecadores.
Viviste mucho a obscuras con el Clero,
que disfrutan de la vida, con honores.
Jamás creas a los hombres pecadores
que reciben los honores con placer,
pues ya sabes que nacimos pecadores;
y solamente Cristo nos quiso defender.
No esperes, en un mundo tan tirano,
que un pecador burgués pueda salvarte,
vuelve a Cristo que dio Su vida por nosotros,
y no vuelvas jamás a retractarte.
Cecilio García Fernández
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