jueves, 4 de agosto de 2011

SOLO EXISTE UNA VERDAD

   Eres Dios de la Verdad;
mas consientes el mentiras
por darnos la libertad.
Por tú amor, por tú piedad,
por perdonar mis mentiras,
te quiero más, mucho más.

   Nos has creado tan libres
que corremos hacia el mal;
la vara con que nos mides,
es la justa, no es casual,
quien de lo bueno se inhibe
un buen precio ha de pagar.

   Te podemos ofender;
y hasta podemos negarte.
¿Quién te sabe obedecer?
El que te puede creer.
Con esto digo bastante,
al mi amigo el caminante.

   Seguimos con la costumbre
de múltiples procesiones.
 Esto no hay quien lo derrumbe,
porque es fuego, quizás lumbre,
Somos techo, no techumbre.
Saquemos las conclusiones.

   Harto ya estoy de decir
que un tronco no hace milagros.
Tampoco han de predecir,
aunque el necio se ha de erguir
y sus troncos bendecir,
aunque haya truenos y rayos.

   Por aguantar tanto peso
en tan cruentas procesiones,
puedes lesionar un hueso,
y Dios, es ajeno a eso,
fue vendido por un beso
sin entrar en más razones.

   No mortificar el cuerpo
ni dar golpes en el pecho,
mas bien, andar al acecho;
que no hay perdón de pecado,
porque ha estado equivocado
quien te ha mandado hacer eso.

Imagen, ó semejanza,
se alejan de la Verdad;
tampoco tienen templanza,
    ni pueden llenar la panza,
    en años que no hay bonanza,
aunque exista caridad.

Quisiera que se cumpliese
todo lo que es buen deseo;
pero que no poseyese
-todo lo que no creyese-
-los dolores que poseo-,
pues los siento y no los veo.

Esta suerte ya está echada,
la tengo que padecer,
la pasta ya está amasada,
ahora no sirve de nada,
si no hay horno en mi morada,
para ponerla a cocer.

¿A quién me quejo yo ahora
por mi ingrato tropezón?
Yo no culpo a mi Señora;
que Dios la bendiga ahora,
porque sé, que a Dios adora
con toda fe, e ilusión.

Cargado estoy de pecados,
por eso pido perdón,
deben de ser olvidados,
los quiero ver marginados,
por lo menos, olvidados,
y atados con el perdón.

Por ser el Dios del perdón,
por quien mi vida se guía,
que nadie me de razón,
es muy vana la ilusión
y hasta es terco el corazón
si abunda la villanía.

Falsos dioses no adoremos,
fuiste tú quien lo dijiste,
porque todos bien sabemos
lo poco que merecemos,
es porque poco entendemos,
que fuiste quien nos hiciste.

Cecilio García Fernández

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