jueves, 4 de agosto de 2011

¡SOMOS LIBRES!

¡Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo; que hacen de la luz tinieblas de las tinieblas luz…!  ¡Ay de los sabios en sus propios ojos, y de los que son prudentes delante de si mismos!   ISAÍAS 5:20-21.

     Todos los seres humanos nos empeñamos en buscar nuestra propia independencia. No soportamos ninguna intromisión a nuestra libertad. Todos reclamamos nuestros derechos; pero de nuestros deberes no hay quien hable. Todos tenemos muchos deberes que cumplir; pero el primero, el que está por encima de todos, es el deber con nuestro Creador.

     Yo comparo nuestro andar por ésta vida, como quien tiene la necesidad de ir a un lugar determinado pero; al no conocer el destino, resulta imposible conocer el camino y nos hallamos “perdidos”, extraviados, y lo más que podemos hacer es “vegetar”, dar vueltas sin un rumbo fijo.

 Nuestra única meta, por desgracia, es “instalarnos bien”, tener un buen puesto de trabajo bien remunerado, gozar de todos los adelantos y placeres que la ciencia y el consumismo nos ofrecen, como es tener un buen coche que impresione al mundo, que es nuestro enemigo, (nosotros formamos también parte de ésta triste historia), y así, más ó menos, vamos consumiendo el tiempo que Dios nos ha dado; luego llega la muerte y con un buen funeral nos despachan para el otro mundo.

      La vida es como una competición de fútbol. Los más fuertes ganan y los débiles pierden.

      ¿Quién formó los equipos para que siempre ganen los fuertes? ¿Ignoras que siempre necesitas de otro equipo para poder vencerle, o derrotarle? Si ese otro no existiese, ¿cómo vas a triunfar tu solo? ¿Jamás has pensado que vives en familia, en comunidad, en sociedad y que todos nos necesitamos los unos a los otros, y aunque todos no podemos ganar la partida, es muy justo que quien jugó contigo pueda también comer su parte, disfrutar del juego?  Pero no, no sucede así en la vida real. En éste juego que es la vida, nos comemos los unos a los otros como lobos. ¡Peor!. El lobo mata para comer; pero no se ensaña como los hombres.

     ¿Quién nos regaló la vida? ¿Por qué negamos la existencia de nuestro Creador? Por nuestra ceguera, soberbia, egoísmo, envidia, ambición, hipocresía, fanatismo, corrupción, guerras, injusticias, y todo tipo de atropellos, siempre el poderoso pisando al más débil, hasta el extremo de que millones de niños se mueren de hambre y muchos corazones endurecidos ya dicen, cuando ven esas patéticas escenas, ¡Que quiten esas imágenes! ¿Vamos a estar todos los días viendo lo mismo?

      El hombre necio dice que no hay Dios. Lo dice; pero no se da cuenta que, quiera ó no, tiene una “conciencia” que le dice, lo que está bien y mal. Al negar la existencia del Creador se está rigiendo, actuando, viviendo, comportándose, luchando consigo mismo y con sus semejantes, de acuerdo con su mentalidad deformada por la ausencia de Dios, (todos nacemos pecadores), porque, cuando su conciencia le manda decir blanco, el dice negro, ya que hace lo contrario de lo que Dios y su conciencia le mandan.

      Dios está en el origen de todo y él da a conocer el bien y el mal. Nadie es autónomo, nadie es libre, si no es en Cristo Jesús, con sus enseñanzas, con su poder, con su sabiduría. Sin Dios nadie puede ser feliz. Todos pertenecemos a la familia de Dios y estamos unos sujetos a otros; pero no todos somos hijos de Dios. No hay que confundir las criaturas de Dios con los hijos. Es hijo de Dios el que acepta a Cristo (Hijo de Dios) como su único Salvador, y es criatura de Dios, el que no “quiere” reconocer a Jesús como  único Salvador, ya que Dios nos da libertad para elegir, aceptarle o negarle. Si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres. (S. Juan 8:36) Luego tenemos la Palabra de Dios, el reglamento, para poder vivir correctamente con sus enseñanzas; pero teniendo en cuenta que mientras estamos en éste mundo, jamás seremos perfectos. Solo hubo un ser perfecto: Cristo Jesús

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